LUIS SORIANO | @LuisSorianoOrtz
La contingencia sanitaria ha presentado un reto económico en la supervivencia de los centros culturales en Puebla, que, durante muchos años, se han convertido en auténticas foros de resistencia frente al establishment cultural del estado.
“Ha sido como volver a empezar”, dice Luis Ledo, artista y representante del Centro Cultural Nopalli, que es administrado por Nopal, un colectivo que fomenta el muralismo en la ciudad de Puebla.
El Centro Cultural Nopalli se inauguró a finales de 2018 tras la remodelación de un inmueble en el que antes se encontraba el Cine Colonial. Desde entonces, ha sido sede de exposiciones, encuentros y hasta punto de reunión para movimientos sociales.
“Seguimos funcionando como realizadores, pero no como expositores”, expone Ledo, quien explica que la producción de murales, ensayos de baile y música, que antes los congregaban a las puertas del centro cultural, ahora se han trasladado a las transmisiones en vivo a través de redes sociales.
Sin embargo, para él, la adaptación a la nueva realidad no ha roto el sentido de comunidad que han generado estos foros. La subsistencia de estos proyectos culturales es posible por la creación de contenido artístico y las interacciones que pueden tener con sus seguidores.
Otros centros culturales hallaron en la venta de artículos y bebidas una forma de sostenimiento a lo largo de estos años. Pero esto también se ha convertido en un obstáculo, ya que, al contar con licencias de restaurante bar, se ven obligados a competir y a participar en un mercado distinto al que buscan.
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Para Nexus, por ejemplo, que es popular por la venta de yolixpa, las pérdidas económicas han sido de hasta el 95 por ciento. La situación los ha orillado a subsistir de pedidos a domicilio, donativos monetarios y alimenticios por parte de la comunidad artística, e incluso algunas rifas.
A lo largo de sus 11 años de existencia, Nexus se ha posicionado como uno de los centros contraculturales más conocidos en la capital. Inició como un café-galería, pero con el paso del tiempo se convirtió en un espacio cultural donde se ha hecho prácticamente todo: desde talleres de danza, hasta conciertos, clases de artes circenses, obras de teatro y proyecciones de películas.
Pero todo eso, en medio de la pandemia, parece lejano. En una semana, Nexus ha tenido ganancias de menos de 200 pesos, según su administrador Daniel Garrido.
Algunos, más optimistas, ven en esta sacudida sanitaria una oportunidad para replantear la normalidad violenta, patriarcal y capitalista del país. O al menos así lo observa Itzel Sánchez, propietaria del foro cultural Karuzo.
“Los espacios culturales son pulmones para las ciudades”, dice en una entrevista telefónica concedida a Manatí, porque suelen ser espacios libres de discriminación en donde la comunidad artística construye un espacio seguro a través de la colectividad.
El foro cultural Karuzo surgió hace 14 años como un bar, pero fue haciéndose de cierta fama que lo ubicó como trinchera contracultural en la ciudad, y hoy es uno —o quizá el más conocido— de los más importantes centros culturales.
Por su podio bañado de luces rojas han desfilado poetas, músicas, actores, colectivas, artistas, activistas y un amasijo de personajes de los más disímbolos.
Con todo, la vida en el Karuzo no se ha detenido. A finales de junio transmitieron a través de su canal de YouTube la obra Feo desde el nido, una adaptación del cuento popular de El Patito Feo que fue seleccionada por la convocatoria Espacios Escénicos Independientes en Resiliencia.
La vida cultural —parecen decir— es posible en tiempos del Covid.