En nuestra columna invitada de este día compartimos cinco poemas de Martin Barrios Hernández, activista y luchador social, que versan sobre la naturaleza, la alteridad, el amor, la oscuridad y la orilla del mundo.
MARTIN BARRIOS HERNÁNDEZ
Danzando en la oscuridad
Danzando en la oscuridad
estremeciéndome en vuelo nocturno
incinerando
el viento negro
Ante tus pies:
mi sangre
un arcoiris que se rompe
un sahumerio
mis huesos
las cenizas
y las veladores que se consumen
como luces de ciudad
Soy el ahuizote
eres zopilote
somos la comadreja
el espíritu incurable del
Cerro de las Tres Cruces
Somos el espejo que se rompe
la noche que se acaba
la ofrenda
el río que te ahoga
el animal que te vigila
los que hacemos las bromas
la bestia que te devora
los que levantamos la sombra
Para que no olvides que existo:
sueñas con mis ojos
(pero no te veo)
me llamas
(Pero no te oigo)
Sólo te sueño
Me maldices
caigo ante ti
nuevamente
eternamente.
Tu amor embriaga y embruja
Te quiero
te llamas
por tus labios
por tus nalgas
por tus pechos
por tus ojos
por tus brazos
por tu entrepierna
por tu sangre
por tu vientre
por tu nombre
que dice lo que sabemos
de nosotros mismos.
Te quiero e invoco
bajo este influjo demoníaco.
Corazón clandestino
¿Qué es un secreto?
el secreto que guardan
quién escucha
y el que habla
Algo que oculta
-lo terrible-
y protege lo maravilloso
Es el centro de la oscuridad
el origen de la esperanza
el corazón de la resistencia
Este mundo es una desolada isla
el archipiélago de dos partículas
imantadas, diamantinas, terribles
Incendiando la noche.
La gente es extraña
En un límite del mundo
a un escalón por subir
a sólo dos pasos por llegar
detrás de la puerta
en la página 165
en el tomo 27
a cinco casas más allá del hospicio
en un asiento de segunda
junto al mercado
a diez minutos del final
en la última letra de tu nombre
en el hueco de una piedra
dentro de una chimenea
en el registro civil
en la banca de una iglesia
en una azotea
en el basurero
debajo de tu cama
en un cajón de escritorio
en una librería de viejo
dentro de los sueños de tu vecina
en los coros de una canción
en el sótano
dentro de la nota roja
en las fauces del dragón
en las pláticas de ron
dentro de una caja fuerte
en una caja de zapatos
en el ropero de la abuela
junto a las estrellas que iluminan la noche que te encarcela
en una prisión
en una condena
enterrados junto a un árbol
aislados en el exilio
retratados en una extinta revista
en un viejo álbum fotográfico
en la carta de algún evangelista
debajo de un puente de autopista
en documentos traspapelados de un oficinista
a la vuelta de la esquina
en los rescoldos de un fogón
en un hotel de mala muerte
en la punta de un edificio
en lo oscuro de un vagón
a tres cuadras y luego a la izquierda
bajo los escombros de un desastre
en una película muda
en una moda ya pasada
en una casa abandonada
en una pinta de la cuadra
están las personas renegadas.
Allá donde se encuentra
Allá donde se encuentra el arcoiris
tus ojos miran el amanecer
Allá donde están las estrellas
lloro por tu recuerdo y me angustio
Allá donde permanece el firmamento
atizo el fuego
Allá donde se encuentran los ancianos
no puedo escoger mis días
Allá donde se encuentra el viento
el cielo está agujereado
Allá donde se encuentran las cuevas
nuestros antepasados danzan
Allá donde está la luna
Los conejos corren y los duendes cantan
Allá donde se encuentran tus ojos
Siempre está lloviendo
Allá donde se encuentran las serpientes
mi sangre hierve
Allá donde se encuentra el abandono
me acuesto y los cuervos se llevan mi alma
Allá donde se encuentra una cerca de cráneos
una hermosa joven habla sin que pueda
acordarme de lo que dice
Allá donde están juntos
la noche y el día
Te llamo y juntos declaramos
la guerra.
