La marcha por la despenalización del aborto en Puebla reunió a cientos de mujeres que de manera pacífica entonaron consignas, bailaron y reclamaron al Estado el reconocimiento del derecho a decidir. Hubo una intensa movilización policiaca a lo largo de toda la protesta.
PALOMA FERNÁNEZ | @PalomaPen
Fotografías de Daniel Chazari y Paloma Fernández
El 28 de septiembre de 2021 la marea verde llegó por las calles del centro de Puebla a eso de las 5:30 de la tarde.
Las mujeres, disidencias y otras concentraciones empezaban a aparecer de a poco en el atrio de la Iglesia de San Francisco con el mismo propósito: luchar por los derechos sexuales y reproductivos en el Día de Acción Global para el acceso al Aborto Legal y Seguro.
Pañuelos verdes y morados amarrados en muñecas o colgando de algunos cuellos, otros incluso como pañoletas o cubrebocas.
Pancartas con las consignas de “Aborto sí, aborto no, eso lo decido yo”, “Qué preciosa te ves luchando por tus derechos humanos”, “Las personas no binaries también abortan”.
Incluso llegaron algunos que parecían estar perdidos, que bajo la consigna de “Nada menos” acompañaron al contingente sin mayor motivo que buscar un espacio en un movimiento que, por su propósito, no era lo que buscaban representar.
Los rostros de las mujeres, niñas y persones apenas se entreveían debajo de sus cubrebocas, sin embargo, en sus ojos se veía que estaban listas para la manifestación.
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La marcha partiría hacia Casa Aguayo, la sede del gobierno del estado, pero una larga barricada de policías estatales recorría de extremo a extremo el edificio, y bloqueaba la calle principal para dirigirse a él.
Encima, durante toda la marcha habría una fuerte presencia policial: dos patrullas en cada punta de la manifestación, y una larga hilera de mujeres policías flanqueando el Congreso del estado, amuralladas entre sus propios escudos y sus uniformes negros
Pero nada de esto detuvo a la protesta. Y lo hicieron saber con ayuda de una batucada, que lleva décadas acompañando las exigencias feministas en el estado al ritmo de sus tambores.
“¡Hay que abortar este sistema patriarcal!”, “¡Nos tienen miedo porque no tenemos miedo!”, gritaban desde el megáfono o desde sus gargantas o desde el repique de los tambores.
El contingente avanzaba a su propio ritmo, y con él, las calles y peatones paraban. Algunos a ver pasar a la concentración de cientos de mujeres que gritaban, saltaban, cantaban y luchaban.
Desde algunos balcones y banquetas se escuchaban aplausos de apoyo y gritos que acompañaban la emoción de la lucha colectiva.
Otros también decidieron esperar dentro de sus comercios a que el contingente se dispersara.
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Pero hubo otros que, en cambio, se convirtieron en murallas humanas. Eran grupos religiosos tomados de la mano, custodiando las iglesias con rosarios colgándoles en los antebrazos, anteponiendo sus rezos a las consignas de un movimiento que sólo busca restituir la autonomía del cuerpo, el derecho a decidir.
Los rezos y crucifijos fueron sus recursos contra un contingente que gritaba “No les vamos a ceder, ni un poquito de calle” y “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios, saquen sus doctrinas de nuestras vaginas”.
Al llegar al Congreso del estado, la barricada de mujeres policías esperaba frente e él. En esos balcones ya no había curiosos, sino pantallas de madera que cubrían los ventanales de la protesta.
Y una división evidente entre colectivas organizadoras se hizo presente. Sin embargo, al exigir al gobierno la reformación del Código Penal poblano para eliminar el concepto de “vida desde la concepción”, todas, todes y todos los presentes atendieron la exigencia.
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La barricada policial acompañó a ambas concentraciones. A quienes cantaban con un ukelele y a quienes bailaban con el ritmo de la batucada.
Al anochecer la concentración se fue apagando, pero la lucha y las consignas seguían haciendo eco en las calles del centro.