La onceava Marcha de las Putas en Puebla fue un reclamo hacia las instituciones para que no prevalezcan impunes los casos de violencia sexual y feminicidios.
LULÚ FARRERA/ @lulu_farrera
El aire frío y las gotas de lluvia que comienzan a caer no las detienen. Si han sobrevivido a más, pueden con un día nublado. Y, encima, este día es día de fiesta y de protesta.
Es domingo 17 de octubre y alrededor de las 11:45, a un costado de la Fiscalía General del Estado (FGE) de Puebla, llegan mujeres vestidas de negro, adornadas con listones, máscaras, plumas y flores: la onceava edición de la Marcha de las Putas está por comenzar.
Una barricada de mujeres policías rodea la entrada de la Fiscalía, mientras en el techo del edificio, personal con visores en mano intentan identificar a las manifestantes.
Más mujeres llegan, los curiosos miran, otros preguntan: “¿Por qué protestan?”.
A lo lejos se escucha un grito: “¡Carpeta de investigación 4-87 y 187, 2016 y 2017!. A cuatro años”. Es una mujer acompañada de su hija y un cartel: “A mí me violaron ellos pero la puta soy yo”.
Esa frase y su testimonio en voz alta despierta la indignación de quienes lo escuchan. Y su historia es esta: era 2016, en Huauchinango, cuatro hombres la violaron en un taxi; denunció, pero al identificar a su agresor, un año después la volvieron a agredir, esta vez en su casa.
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“Me violaron cuando mi hija tenía dos años delante de ella, me dejaron ciega de un ojo y me marcaron en el pecho la palabra “puta” con una navaja”.
Y la historia de impunidad, se repitió: una denuncia, un señalamiento público, pero sólo una sentencia de cuatro responsables de esa agresión.
“El violador que me marcó, me dijo: “ esto es para que no se te olvide lo que eres una puta y siempre vas a ser una puta (…) Aquí está la puta que no se va a callar (…) Porque si es machista la justicia que sea feminista la memoria”.
Y los tambores retumban, las gargantas se alzan. Pero nadie en la Fiscalía de Puebla sale a escuchar a aquella mujer.
Tamara Blanca, catedrática y activista que asiste a manifestarse desde 2013, comenta que va alzar la voz para reivindicar el papel de las mujeres.
“La palabra puta tiene que resignificarse. Creo que este discurso en donde señalan a las víctimas por estar en donde estaban y por su forma de vestir tiene que acabar. Hoy retomamos estas causas y buscamos justicia por todos los feminicidios que han habido en Puebla que llevan tantos años impunes”, comenta a Manatí.
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La académica recuerda que en sus primeras marchas de las putas eran pocas las que exigían justicia por los feminicidios, pero con el paso del tiempo, tras un incremento considerable de casos de violencia contra ellas, más mujeres participan.
Las mujeres a su alrededor corean “no están solas”, y la algarabía, en medio de un reclamo por justicia, comienza. Así es la Marcha de las Putas en Puebla: una expresión de rabia en medio de un festejo de ternura.
La batucada Lencha Manas comienza a tocar, la mujer que exige justicia junto a su hija camina directo hacia la reja de la fiscalía donde la barricada espera.
“Las instituciones y la misma sociedad pretende que no tengamos derecho a sonreír después de una agresión sexual. Me lo han dicho: “tú no te puedes vestir así, tú ya no te puedes enamorar, tú ya no puedes andar sola en la calle. ¡Ni madres! No me voy a volver a quedar inmóvil como cuando me violaron cuatro hombre.”, dice frente al personal que alguna vez la revictimizó.
Junto a ella hay más sobrevivientes de violencia machista, familiares de desaparecidas y víctimas de feminicidio, lesbianas, bisexuales, afrodescendientes, mujeres indígenas y disidentes de minorías sexuales. Todas reunidas para erradicar la brutalidad patriarcal.
Con pancartas, carteles, banderas y varios objetos para hacer ruido, las feministas avanzan entre bailes y cantos por las calles de la ciudad. Una brisa cae sobre la Marcha de las Putas, pero el contingente avanza por igual por las calles de Puebla.
Al llegar al Zócalo, las portavoces de las colectivas advierten en su pronunciamiento frente al Palacio Municipal que ni las políticas públicas de represalia que, esperan, tome la nueva administración, detendrán los avances en cuestiones de derechos de las mujeres que han conseguido con la lucha feminista.
“¡Somos la puta resistencia, somos la puta resistencia!”.