Niñas (madres) y yo

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Y te preguntarás, ¿por qué iniciar hablando sobre autonomía y terminar hablando sobre embarazo infantil?

MARÍA FERNANDA SANTOS | @FerechosHumanos

Cuando se pretende resignificar una lucha social en beneficio de las mujeres, o las mismas mujeres buscan apropiarse de espacios tanto públicos como privados, surge una ola de críticas, reproches, estereotipos y argumentos que pretenden minimizar lo logrado, o incluso, invisibilizar su preparación profesional. Están locas. Son extremistas, radicales.

Cuando se intenta demostrar que la autonomía es fundamental a la hora de ejercer el derecho humano al libre desarrollo de la personalidad, a una vida libre de violencia y a vivir dignamente, entonces la autonomía no parece ser prioritaria, más bien es peligrosa. 

Así es como quisiera comenzar a retomar las discusiones que no olvidamos del año pasado, el presente y los que sean necesarios:

La deuda con nuestros cuerpos: tomados.

La autonomía: a medias.

Las infancias: vulnerables.

El 30 de diciembre se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Programa Integral para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres 2021-2024, y al día siguiente, el 31, se publicó el Programa Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes 2021-2024, mismos que pretenden proteger el acceso a los derechos humanos de niñas y adolescentes a los derechos humanos relacionados con la supervivencia: protección a la salud, seguridad social, alimentación adecuada, prevención y atención de las adicciones, identidad y derechos sexuales y reproductivos.

Colectivas de mujeres organizadas a favor de los derechos sexuales y reproductivos como GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida), o Ddeser (Red por los derechos sexuales y reproductivos en México), por mencionar algunas, dedican su trabajo a visibilizar la violencia obstétrica, muerte materna y derecho a un embarazo digno y deseado, donde, a pesar de sus esfuerzos, en el estado persiste la negativa de reconocer socialmente que Puebla necesita adoptar los criterios jurídicos vigentes en materia de derechos humanos de las mujeres. 

Actualmente existe una escasa generación de medidas reales (que vayan más allá de las mesas interinstitucionales) que garanticen a las mujeres que no recibirán violencia institucional o serán objeto de revictimización por parte de los servicios de salud, agentes de ministerio público y en general, de cualquier servidora y servidor público que las atienda cuando decidan acceder a información sobre sus derechos sexuales y reproductivos, o cuando busquen apoyo para terminar con su embarazo no deseado, así sean niñas.

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En cuanto al último punto, es decir, las niñas, según cifras del Grupo Interinstitucional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes del Estado de Puebla (GIPEA) en su Informe Ejecutivo 2019, entre el año 2009 y 2018, se registraron 972 nacimientos por niñas ahora madres de 10 a 14 años, mientras que, en el año 2018, adolescentes de 15 años dieron a luz a 4,238 hijas e hijos. De igual forma en 2018 en el municipio de Puebla, nacieron 117 hijas e hijos de niñas de 10 a 14 años, sin que en dicho Informe Ejecutivo se hubiera realizado algún estudio o reflexión de que los embarazos de niñas de 10 a 15 años son un obstáculo real en su calidad de vida, o algún estudio cuantitativo que permitiera conocer el vínculo entre las niñas y la persona con quien se mantuvo la relación sexual.

De igual forma, no existe algún instrumento gubernamental estatal que permita conocer si dichas niñas que ahora son madres, recibieron información sobre métodos anticonceptivos y, de ser así, cuál fue esa información y bajo qué condiciones se les hizo llegar; si recibieron orientación adecuada a su edad sobre las posibles repercusiones en su salud al momento de dar a luz; si se les proveyó de herramientas para que continuaran con sus estudios, así como si en algún momento se les brindó un seguimiento psicológico sin prejuicios o estereotipos de género con enfoque de derechos humanos. 

No obstante lo anterior, no se omite recordar que en el año 2018 se publicó el “Análisis de Causalidades del Embarazo en Niñas y Adolescentes Menores de 15 años” elaborado por el Subgrupo para Erradicar el Embarazo en Adolescentes y Niñas Menores de 15 años del GIPEA, donde se fija que las causas inmediatas asociadas al embarazo en este grupo poblacional son la violencia sexual, matrimonio infantil, falta de Educación Integral en Sexualidad (EIS) y ejercicio no planeado de la sexualidad. 

Dicho trabajo responde a un estudio realizado antes del contexto de pandemia por COVID-19, siendo necesaria una actualización con información recabada desde 2020 a la fecha, pues, aunado a la problemática de las causales puntualizadas por el GIPEA en 2018, debe sumarse un análisis de las condiciones en que niñas y adolescentes permanecieron dentro de sus espacios considerados seguros en pandemia, junto a personas de confianza y ahora son madres.

Y te preguntarás, ¿por qué iniciar hablando sobre autonomía y terminar hablando sobre embarazo infantil?

No se puede plantear que existe una garantía, protección y reconocimiento de derechos humanos y al derecho a una vida libre de violencia hacia todas las mujeres, si las infancias se encuentran vulnerables ante una orfandad institucional que posteriormente evolucionará a una revictimización social y múltiples formas de discriminación. Dichas manifestaciones pueden traducirse en la falta de acceso a la educación adecuada al contexto individual, retroceso en la reducción de la brecha salarial y vulneración al Estado Laico al criminalizarlas por motivos de religión. 

Las niñas ahora madres y yo, tenemos en común el factor de sexo, donde no es una novedad que para lograr una completa decisión informada sobre nuestro cuerpo, sin la protección paternalista o adultocentrista, debemos incomodar y recordar que permanecemos y somos titulares de derechos. Que al final, los derechos de la supervivencia de las niñas, son derechos intergeneracionales que necesitan más que la creación de Programas Nacionales o locales a los que no se les asigna un presupuesto congruente. Necesitan acciones de campo y de primera atención.

Mientras tanto, las niñas madres, tú y yo, necesitamos seguirnos escuchando, leyendo y escribiendo para saldar las deudas políticas, sociales y culturales y lograr infancias libres. 

Los textos publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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