Una marcha colosal de miles de mujeres avanzó por el Centro Histórico de Puebla este 8M de 2022. Las voces de las que ya no están, las que desaparecieron y las que quieren justicia, se hicieron más fuertes que nunca.
PALOMA FERNÁNDEZ | @PalomaPEN
Mujeres poblanas de todas las edades y de distintas latitudes del estado cimbraron el Zócalo de Puebla este 8 de marzo, entre consignas, melodías y exigencias feministas.
Ambiente de lucha, celebración y conmemoración se veía pasar entre aquella interminable fila de mujeres y disidencias que salieron después de que en 2021 la pandemia no permitiera la protesta en su totalidad.
Y así como interminable fue el aforo, interminables fueron las demandas, las denuncias anónimas o con nombres y apellidos, y las peticiones de justicia por aquellas víctimas del sistema patriarcal y la violencia machista que convocó nuevamente a las poblanas a las calles.
Al frente de la marcha, ese fue el lugar predilecto para aquellas madres, tías, hijas, hermanas, amigas y conocidas que exigían justicia por mujeres desaparecidas, asesinadas o violentadas.
Mujeres desaparecidas como Paulina Camargo Limón, a quien su madre, Rocío Limón, lleva buscando ya seis años, desde el 25 de agosto de 2015. A ella y a su nieto, ya que al momento de su desaparición tenía un embarazo de 4 meses.
El culpable fue su ex pareja José María Sosa, quien el 29 de agosto de 2015 admitió su responsabilidad por su presunto feminicidio y desaparición. Sin embargo, no fue sentenciado sino hasta 2019, cuando se le impuso una pena de 16 años y seis meses de cárcel.
Rocío Limón salió una vez más a marchar para exigir a las autoridades saber el paradero de su hija y su nieto, o al menos un avance en su caso, ya que hoy se encuentran haciendo búsquedas en campo. Además, la carpeta judicial de búsqueda está prácticamente en pausa.
“Tiene usted razón, señor gobernador. Pero desgraciadamente esas niñas que se van con sus novios ya no regresan. Y si regresan, regresan muertas, tiradas en un basurero”, así clamó Rocío frente a la multitud de mujeres que la acompañaba y la escuchaba atenta.
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Entre las madres que exigían y buscaban justicia por sus hijas, Mari Paz Leyva, de 63 años, deambuló entre las multitudes para exigir atención y apoyo para el caso de su hija Cecilia, quien, según Mari Paz, fue violada por un policía hace tres días.
Mari Paz era una mujer de bajos recursos que pedía apoyo económico entre el resto de las mujeres que protestaban. Lo hacía para llevar alimento a su casa y a su hija Cecilia, que permanecía en cama.
La madre aseguraba que, hasta entonces, no habían tenido atención médica ni jurídica, no la escuchaban porque “no tenía papeles”. Contaba su historia con rabia e impotencia y la multitud la abrazaba, mientras ella maldecía a las autoridades que, en vez de protegerla, habían abusado de su hija.
Entre la rabia y la tristeza, Mari Paz Leyva bailó con el ritmo de la batucada al mismo tiempo que a gritos desgarrados y cansados, pedía justicia.
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A la multitud atenta también entró la sobrina de Nazaria Irais Simón Aguilar, profesora y taxista originaria de San Jerónimo Tecuanipan, víctima de feminicidio el 24 de septiembre de 2017 en Santa María Acuexcomac, Puebla.
“La encontramos amordazada, con más de 80 lesiones, la violaron, la masacraron. 24 de septiembre de 2017, ¿y saben qué ha pasado?”, la multitud con la rabia encendida con la chispa de su relato, le contestó: “¡Nada!”.
“Llevamos 5 años gritando justicia para mi tía, ¿y qué creen? Los violadores tienen más derechos” el lunes 7 de marzo se iba a dar la audiencia para dictar sentencia a los tres feminicidas de Nazaria, Dylan, Juan Manuel y Pedro; se difirió la audiencia, a pesar de que los familiares llevan 5 años pidiendo justicia, resolución y condena para que Nazaria no sea sólo una asesinada más”, reclamó.
Como la violencia feminicida es ubicua, está presente en todos lados, todo el tiempo, en la protesta del 8M en Puebla se clamó justicia para mujeres asesinadas en otros lugares.
Mujeres como Diamond Álvarez, víctima de feminicidio en Houston, Texas. En voz de sus familiares, presentes en aquella marcha, Diamond tenía 16 años, y residía en el suroeste de Houston.
La noche del 11 de enero de 2022 Diamond salió a pasear a su perro Peanut cuando su ex novio, Frank Deleón Jr, de 17, disparó 22 veces contra ella. Frank fue detenido en el momento, sin embargo, el 19 del mismo mes del crimen, fue liberado bajo fianza.
Pero su voz, coartada a miles de kilómetros, llegaba hasta Puebla, México, a través de las mujeres que quieren que las autoridades, alrededor del mundo, hagan algo respecto a la violencia feminicida.
“Para las autoridades a nivel mundial: crean en nosotras, paren todos estos feminicidios. Queremos ser libres y estar seguras en todo el mundo”, dijeron sus familiares.
Elizabeth Ramírez Cortés, mujer de 37 años desaparecida y encontrada sin vida 27 días después en un canal de la localidad de Nativitas, también se hizo presente en otras voces de mujeres que, con su foto, e historia, exigieron justicia.
Elizabeth era originaria de Huejotzingo, era madre y trabajadora. Un día al salir de su hogar para buscar el sustento para su familia, ya no regresó.
También estuvo presente en la marcha la historia e imagen de María Luisa Páez Juárez, mujer de 89 años que, tras un intento de asalto en su domicilio ubicado en Atlixco, fue herida de muerte en febrero de 2021. Actualmente, sólo dos de los cinco implicados en su feminicidio han sido detenidos.
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Entre las voces que traían las vidas y luchas de otras a marchas también estaban las mujeres que exigían justicia por sí mismas.
Las mujeres que exponían públicamente a sus agresores, con fotos, nombres y sus testimonios de violencia ejercidos por otros; se veían entre los carteles de consignas, en el piso, en lonas, y hasta en las paredes.
Y también, las mujeres que contaban su historia a través de frases como “sólo tenía 10 años”, “porque cuando me pasó a mí, sentí culpa”, o “fui violada y las autoridades no hicieron nada”.
“No es fácil lo que traigo en mi cartel, pero cuando yo tenía 14 años me violaron. Intenté acudir a la fiscalía que está cerca de mi casa y los policías me miraron lascivamente, me dijeron que si quería una pastilla del día siguiente gratis, ahí no era el lugar”, compartió una de las manifestantes que, desde el anonimato, contó su historia de violencia para que se quedara en esa marcha.
“Me sentí culpable porque pensé que había sido mi culpa, pero no lo fue, ahora entiendo que yo era una niña y por eso porque cambié el pensamiento que yo tenía sobre todo esto, yo creí que esto era vandalismo y no, aquí he encontrado apoyo, me creen, y ya no me siento culpable por lo que me pasó”.
La sororidad de la marea abrazó a las víctimas, a las madres, a las denunciantes, a las familias y conocidas de todas las que ya no están, las que buscan justicia y por las que aún no se animan a hablarlo.
Este 8 de marzo de 2022 poco importaron las intensas concentraciones policiales, los grupos en contra del aborto, o las miradas curiosas.
Esa kilométrica marcha de mujeres, abrazó el dolor, lo celebró y lo hizo resonar en las calles del Centro Histórico de la capital poblana para la posteridad de las próximas movilizaciones y exigencias.