El cartón será de izquierda o no será. Una conversación con MOReD

MORED cartón monero

Eduardo Moreno, también conocido como MOReD, es monero, ilustrador y escritor desde hace varias décadas. Ha publicado en diversos medios, revistas y editoriales. Esta conversación aborda sus orígenes, sus influencias y sus convicciones.

MARIO GALEANA | @MarioGaleana_

Cuando marco al teléfono de Eduardo Moreno, lo primero que pienso es si debo llamarlo Eduardo o MOReD, el seudónimo que acuñó y alimentó desde hace algunas décadas como monero e ilustrador. Un seudónimo es el lugar que el artista se inventa en la tierra, y por eso es común pensar que entre el hombre y el artista puede haber dos personas diferentes. Una distancia entre el azar de haber nacido y la decisión de convertirse en alguien más. Pero en Eduardo, a simple vista, no encuentro esa distinción. Siempre supo que quería ser esto, una persona que habla a través del dibujo. Una persona que dibuja, que escribe y que es de izquierda. Una persona que cree que el cartón de derecha no debería existir, porque la derecha “ha atropellado y envilecido la existencia del ser humano”.

MOReD ha publicado su obra en los medios locales de una decena de estados y en un puñado de revistas nacionales e internacionales. Tiene varios libros —“Mi niño feliz”, “El Gran Bodoque”, “Cuentos magiosos para personas vivas— que se alejan de la pulsión del cartón político para mirar otra parte de la realidad. Su trabajo y trayectoria periodística han sido reconocidas por el estado de Querétaro, de donde es originario, aunque desde hace cinco años está fincado en Cholula. Y, desde ahí, MOReD atiende mi llamada.

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—He leído que en tu infancia tuviste muchas referencias gráficas y cierta influencia de tu padre que te orilló al cartón político. ¿Cómo fue esa etapa para ti?

—Vengo de una familia que lee mucho, mis papas siempre han leído mucho, son dos buenos y grandes lectores, y aunque sus principales carreras no estaban alrededor de los mundos literarios, siempre había libros en mi casa. Mi papá es un gran lector del maestro Rius, y con todo ese tipo de literatura. Caricaturas como Asterix es lo que yo veía todos los días. Hay una anécdota que cuentan, en la que yo estaba bebé, apenas gateaba, y me encontré un pedazo de periódico; me senté y me quedé viendo la pieza del periódico, había muchas fotos y eso era lo que yo veía, siempre fue ese mundo. Desde muy chico yo sabía lo que quería ser… obviamente pasas por ese tramo en el que quieres ser doctor, bombero y Batman, pero siempre tuve claro que quería dibujar porque me lo aplaudían mucho, a diferencia de otros colegas, que querían ser de este mundo, pero les decían que quizá estaba bien de hobby y que se buscaran una carrera en serio para que pudieran vivir de algo. En mi casa no.

—A veces da la impresión de que dibujar es un don, como la poesía. ¿Tú siempre dibujaste bien?

—Dibujar es algo muy relativo, la diferencia ente dibujar bien y mal depende mucho del contacto. Como toda habilidad tú la puedes ir desarrollando, hay teorías de que el dibujo realmente no lo aprendes, lo mejoras. Y como todas estas vocaciones que tienes, si es de tu interés llevarlo por un camino o por otro, se verán mejores formas de desarrollarlo. En términos de si dibujaba bien o mal, es como muy complicado hacer esa observación. Tú en lo personal admiras como lo que tú quieres, y yo te puedo decir que en ese entonces quería dibujar como (Albert) Uderzo, el creador de Astérix y Obélix, era el tipo de dibujo que querías imitar. Cuando llega el momento de profesionalizarlo, debes dar dos pasitos para atrás, todo lo que desarrollaste ponerlo en pausa y llevarlo a lo académico.

Pongamos el ejemplo de Jis y Trino. Jis tiene un dibujo muy desarrollado, pero no puedes decir que ninguno de los dibuja mal. Cada uno hace lo que hace. En esta parte de si el hubiera existiera, puedes pensar qué pasaría si Trino le hubiera dedicado más años académicos al dibujo, a lo mejor hubiera tenido posibilidad de desarrollarlo más. Hablando de otros, puedo mencionar a George Grosz, admiro mucho su trabajo por su capacidad plástica… y en ese mismo sentido me vuela la tapa de los sesos Diego Rivera, que es para mí uno de los grandes dibujantes de la historia. Tal vez en muchos ámbitos no existirían los dibujantes que existen ahora sin su aportación.

—¿Qué otras personas crees que han influenciado tu obra?

—Depende de los años. Es decir, uno siempre se ve influenciado, pero a mí me quedó muy claro que dejarte influenciar no es precisamente copiar, sino saber por qué haces las cosas. He atravesado por muchas plumas de las que he ido adoptando inflexiones. Como Rius, el gran maestro (Rogelio) Naranjo, Ahumada… el mimo Jis, que tengo una buena amistad con él. A mí me sorprende mucho este desdoblamiento que tiene de los personajes, esta forma tan orgánica… y no me refiero a lo que pudiera suceder por naturaleza propia, sino cómo los convierte en órganos, como en tubérculos, y aun así tienen esta característica de personajes. También me he dejado influenciar por historietistas como Ricardo Liniers. Actualmente hay un ilustrador al que no conocía, (John) Cuneo, creo que es norteamericano, y tiene un estilo muy desenfadado. Curiosamente, yo empecé a turnar en ese sentido gráfico hacia el que él va, y en ese sentido me siento acompañado.

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—¿Cómo nace MOReD?

—He cambiado de firma en tres ocasiones. Publiqué por primera vez cuando tenía 20 años. Tenía muy poca conciencia política en términos de lo que a un joven le pudiera interesar. Yo firmaba como Eduardo Monero, con el paso del tiempo empiezo a firmar como Deus, la latinización de Dios. Esa firma la tuve que matar, como matar a un personaje, porque no me sentía cómodo con ello, y en un buen momento nace MOReD, en una búsqueda de lo que yo quiero. Me encuentro con esta posibilidad de tener presente mi registro federal de causantes, sin la homoclave.

—A menudo el cartón retrata seres deformes, o exacerbados, y sé que ahí abreva una tradición. Pero ¿crees que existe una especie de guía para identificar las virtudes dentro de un cartón?

—El dibujo de humor, con o sin análisis social, tiene que ver más con el mundo de la literatura que con la gráfica misma. Si tienes un modo de platicar a través del dibujo, ya tienes el 50%. La idea o el concepto en términos literarios siempre va a permanecer. Conozco cartonistas que han hecho época como el maestro Magú, que en un principio era muy atropellado, hasta falto de técnica; sin embargo, sus ideas eran auténticos golpes al hígado, y con una contundencia social y una responsabilidad periodística tremenda.

—En el periodismo se habla mucho de la ‘economía de las palabras’, la posibilidad de decir más con menos, y una práctica para poder alcanzarla es leer poesía. Cuando yo veo un cartón veo poesía. ¿Crees que existe este vínculo?

—Desde luego, de la poesía se habla mucho de que lejos de ser es una caricia al alma es un putazo al hígado; la poesía es un golpe brutal, por muy enmielada que esté. Puedes pasar desde los versitos que son muy propios de los niños en la infancia, hasta autores muy sofisticados, porque con dos o tres palabras que vas hilando hay conceptos muy grandes, y lo mismo pasa con el cartón, siempre es esta parte de con menos decir más.

—Hace poco se tildó de racista a un cartón publicado en España, que representaba a personas negras llevando en una balsa una nueva variante de covid. ¿Hasta dónde crees que existe la incorrección política en el cartón, o hasta dónde llega la responsabilidad social del monero?

—Yo creo que como persona tú tienes que estar de un lado ideológicamente, no puedes ir por la vida jugándole a ser apolítico, porque si eres un ser apolítico puedes ser un ser asocial. Si en tu casa pones reglas, qué onda con el respeto a tu sociedad. Yo no creo en el cartón de derecha, entiendo que la derecha es una forma de ver la vida, pero creo que la historia nos ha demostrado con creces el despropósito humano que tiene la derecha. No significa que las cosas no deban existir, pero en este momento histórico no creo que el cartón de derecha deba existir; la derecha ha atropellado y envilecido la existencia del ser humano.

—Ahora hay un debate sobre un grupo de moneros que siempre fueron muy críticos con el gobierno en turno, pero ahora no lo son. ¿Cuál crees que debería ser la función del monero frente al poder?

—México es un caso inédito, tenemos que entender eso. Haría una pregunta: ¿qué postura moral tendrá la nueva oposición en México? ¿Qué postura o qué razón o valor moral puede tener? Cuando durante más de 70 años y últimos 40 años, con este neoliberalismo brutal… es como si en la Segunda Guerra Mundial no hubiera muerto Hitler y de pronto Hitler es oposición en el ámbito alemán… ¿de verdad podría ser oposición? Eso por un lado. Por otro, no es que no estemos en esta parte donde no sigamos haciendo nuestro trabajo periodístico, pero estamos en un momento único en la historia, estamos en un momento de reconstrucción nacional, entonces hay que preguntar qué es lo que estás volteando a ver como periodista. Hay errores, claro, por supuesto, pero en esta estructura contaminada burocrática descubrimos que esos a los que criticamos siguen siendo parte de la estructura. No es que estemos aplaudiendo un gobierno, sino que estamos distendiendo el momento que esperábamos que llegara. Sin ser todos periodistas de movimiento, aun así estás ahí buscando, buscando ver algo, o que creíamos que nunca lo íbamos a ver. No es que seamos aplaudidores. Lo que tenemos claro es que tenemos que seguir defendiendo un nuevo proyecto de nación.

—Se ha discutido, casi hasta el hartazgo, sobre la crisis de los medios. He escuchado a algunos cartonistas que aseguran que la crisis de los medios impresos también afectó al cartón, en tanto que se perdieron espacios de publicación. ¿Coincides con esto?

—El periodismo tiene muchos años y las formas del periodismo tienen muchos años en crisis. A partir de que llegamos a la escena en donde los grandes corporativos compraron medios y donde los gigantes de los medios de comunicación tomaron posturas en el cómo iban a iban a valorizar el periodismo, se acabaron muchas cosas: el periodismo de investigación, de avanzada, la ética periodística. Cosas que los periodistas de mi generación ya veíamos, y que ahora ahí están las pruebas. En los medios de comunicación, por lo menos en México, se ve esta parte que privilegia la comunicación antes del periodismo, el negocio antes del servicio social. Al momento en el que cambiamos de colores en Gobernación, pues se dan cuenta estos medios que nunca han sabido ser negocio, una empresa. Y se ven en la necesidad de ser golpeadores. Si tú observas los periódicos, las plazas para cartonistas son menores y las que están tienen que obedecer la línea en su mayoría —y lo lamento por muchos compañeros míos que con tal de conservar sus puestos venden sus plumas—. Tú los ves y la línea va en un solo sentido, no se enriquece esta parte de la opinión.

—¿Crees que hay una especie de brecha generacional que haya impactado sobre la atención que antes podía recibir un cartón político?

—Un cartón bien hecho siempre va a tener una recepción buena… no bien hecho sino congruente, sustancial, que tenga esta parte del impacto social. Siempre se le va a recibir bien. Lo que estoy observando es que sobre todo muchos colegas que son jóvenes, y a veces muy jóvenes todavía, no tienen esta preparación no académica, sino preparación en términos de cómo se van nutriendo o cómo se han nutrido. Los veo como en esta parte golpista pero sin razón, a veces de un lado y a veces por el otro, poco ligados al periodismo, imbuidos en dibujar bien. Los veo extraviados, con análisis pobres, reaccionarios, eso es lo que más observo.

—Platícame sobre el esto de tu obra, los libros que has ilustrado y escrito. ¿De qué se componen? ¿Cómo los has creado?

—Mi trabajo literario tiene que ver mucho con el trabajo periodístico. Aunque sean ficcionados, siempre busco estar sosteniendo lo que digo, los personajes, desde donde nacen, siempre tienen un referente en la vida real. Hay un cuento en uno de mis libros que se llama El Gran Bodoque, ese personaje sí existe y no nada más existe sino que es un amigo mío al que vine a conocer a Cholula. Trabajo de esa manera y lo voy llevando a la ficción. A veces hay cosas difíciles de manejar en los medios, y no queda ninguna otra parte donde publicarlos. Esos proyectos los guardo y los reúno.

Niño feliz, por ejemplo, es una serie de cartones en plataformas, bajo la premisa de que nadie sale ileso de la infancia. Fue un trabajo introspectivo, y todo lo iba plasmando en alguna parte, lejos de lo que te duele, lo que tú recuerdas y lo que tú recuperas, y que le da sentido a la parte que te sigue sosteniendo como adulto, con la que vas haciendo las paces. Por ahí una editorial se interesó en él, lo formalizamos y nació. Aunque no bueno dejar de tener esta visión politizada de la vida, más bien es una faceta distinta, un lugar dentro de otro lugar dentro de mí.

MOReD

Eduardo Moreno Romero “MOReD”, 21 de agosto de 1969, ciudad de Querétaro. Estudió Artes Visuales en la Universidad Autónoma de Querétaro. Al mismo tiempo comenzó su trayectoria publicando cartón político y posteriormente se abrió paso en la ilustración, la historieta y la escritura. Su obra se ha publicado en medios de comunicación locales en Querétaro, Hidalgo, Veracruz, Puebla, Estado de México, San Luis Potosí, Monterrey, Tijuana, Morelos y la Ciudad de México. En medios nacionales su trabajo aparece en revistas como como Glocal, ESCALA, la revista del Consumidor, revista Chilango, QUO, EMEEQUIS y periódico MILENIO. Su trabajo ha sido reconocido por la Asociación de Periodistas del Estado de Querétaro con motivo de sus 20 años como cartonista. Ganador dos veces de la beca a proyectos artísticos por parte del Instituto de Cultura del Estado de Querétaro. Invitado especial en el Iran Cartoon 2017, en Teherán, Irán. Actualmente trabaja en las novelas gráficas: “Drácula Total”, “Las Noches del Conejo” y “Voces, el caso Claudia Mijangos” (Corda Ediciones). Hoy día radicado en Cholula, Puebla.

¡No te vayas! También puedes leer: La naturaleza y su (des)orden: un perfil de la muralista Caos Ilustrado

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