Desahogo frente a la bienvenida al godinato

trabajo oficina godínez columna

En esta columna invitada, Crónicas de un escritor que bien pudieron ser un tuit, Éric Cetina hace un alegato sobre el trabajo frente al arte, y la posibilidad de encontrar un refugio en medio de todo.

Éric Cetina | @ehauvery

Quienes cuenten con más avanzada experiencia en el godinato que yo -con mi todapoderosa semana de inserción laboral-, muy seguramente hablarán (como todos mis amigxs hasta ahora) que me deje de dramas y trabaje, porque esas son las formas del mundo real. Sin embargo, soy un idealista (o un ingenuo recién graduado, como prefieran): tengo el sueño guajiro de vivir del arte, de escribir y, en el mejor de los casos, no verme en la tediosa necesidad de, pues, trabajar.

A ver si me explico: para quienes escribimos, para quienes encontramos nuestro mayor y único refugio en arte, el tedio que rodea a una oficina se convierte tan asfixiante como una corbata al quinto día de la semana. Por lo menos para quienes vivimos el arte como una cuestión afectiva en vez de transaccional (en parte por convicción y en parte por necesidad, porque no suele pagar).

Claro que alguien que ha aprendido a vivirla diferente y cobrar el precio justo por su obra agradecería profundamente compartir el truco. La única forma de que yo he encontrado de cobrar es escribir para un medio cuyo nombre me prohiben mencionar y guiones -más divertidos que el medio- para videos de burgueses egresando de la prepa.

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Hoy escribo 12 notas por día, desde el clima, algo pagado o romantizando la precariedad con la inspiradora historia de un emprendedor que tiene que llevar a su hija de un año al trabajo porque no puede dejarla con nadie más, a cambio del salario precario que mis 25 me demandan. Diría Pascal, “nada es tan insoportable para el hombre como estar sin pasiones, sin diversión, sin cuidado. Siente entonces su nada, su abandono, su vacío. Al punto saldrá del fondo de su alma el tedio, la tristeza, el desespero”.

Este es un mundo caótico, cambiante, cruel, culero y hermoso, en el que escribir, para mí, debería ser una crónica, un reflejo, de todo eso. No la tediosa, pero pagada, rutina de escribir cada día una lista de calculados horóscopos, lo suficientemente precisos para ser cercanos, pero proporcionalmente ambiguos para no ser ignorados. Tal vez por eso escribo esto: un registro que me sirva en los próximos meses para comprobar si tengo razón o el mundo real puede conmigo.

Así, espero esta caótica crónica irregular de mis desahogos sirva no sólo como un cable a tierra afectivo, pero como una ambigua y precisa carta con la que puedan sentirse identificadxs o, cuando menos, entretenidxs.

Los materiales publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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