La infructuosa comparación con otras personas

comparación

¿Se han preguntado, por qué solemos comparamos con otrxs?, ¿será la comparación un ejercicio heredado o adquirido o necesario para algo?, ¿cuántas veces salimos “bien librados” al hacerlo?

HUGO ERNESTO HERÁNDEZ CARRASCO | @H7GO

En el ámbito de la ciencia, la comparación sirve a nivel metodológico para examinar las propiedades, sistematizar variables significativas, encontrar correlaciones en la semejanza, en la diferencia y dar cauce a generalizaciones modestas que apoyen los objetivos de nuestra investigación (esta columna no es un manual para escribir una tesis, ya verán). 

Por otro lado, la comparación en el ámbito de lo público respecto a propuestas políticas, posturas ideológicas y partidos políticos se vuelve un ejercicio necesario; la democracia en sentido ideal, nos permite comparar entre opciones diversas y pugnar y/o votar por una alternativa concreta frente a otras que hemos descartado. La comparación en el ámbito deportivo, resulta natural en aquellas justas donde la medición ocupa un lugar clave para la competencia. La comparación -con uno mismo y con otros- es algo natural entre lxs participantxs e incluso necesaria -como sugieren algunas voces- para el desarrollo del propio deporte.

En lo que respecta a los ámbitos previos, no entraré en discusión alguna. Abordaré más bien la comparación como verbo modesto y acción humana, como acto privado y cotidiano al que estamos acostumbrados quizá desde la infancia, cuando por primera vez midieron nuestra estatura o nuestro rendimiento escolar o los meses en los que comenzamos a hablar o a caminar respecto a otra persona. Comparar es un ejercicio de observación que -llevado a la práctica- puede conllevar mucho dolor innecesario en o desde quien lo ejerce; ¿Se han preguntado, por qué solemos comparamos con otrxs?, ¿será la comparación un ejercicio heredado o adquirido o necesario para algo?, ¿cuántas veces salimos “bien librados” al hacerlo?

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Hasta ahora, el acto o ejercicio de compararnos entre personas, sobre todo contemporáneas, a partir de lo que tienen o han logrado, dada su dimensión concluyente, resulta deshumanizante y hasta cierto punto, injusta…profundamente injusta. Injusta y deshumanizante es la comparación de este tipo, en primer lugar por la falta de aproximación que tenemos entre nosotrxs mismxs; nunca ocuparemos el lugar de otra persona, ni su mismo tiempo, ni su mismo espacio, ni sus circunstancias, ni su misma psique, ni su mismo físico. Esta imposibilidad de ser lo mismo que nuestros semejantes es lo que nos vuelve maravillosamente insustituibles como individuos y es también lo que aporta riqueza y pluralidad a nuestras vidas, tanto en el ámbito de lo público como también en el ámbito privado; ¿acaso no hay nada más maravilloso que conocer y conectar con una persona distinta? Somos únicxs en nuestro ser, quehacer y trayecto; dada nuestra unicidad, es incluso un poco irracional e irrelevante compararnos.  

En este mismo sentido, la comparación, sobre todo en situaciones de aparente ventaja o desventaja frente a otrxs, resulta una ilusión. Quizá en principio nos ayude a consolidar nuestro propio relato personal, sea para que nos dé una aparente “certeza” o sentido de “superioridad”, o por el contrario, para provocarnos el sinsabor de que, frente a los “éxitos” o “logros” de otras personas, uno ha hecho “todo mal”, o que quizá no estamos yendo por el camino deseado. Frente a estos extremos que nos provoca la comparación, suele aparecer la deshumanización de nuestro entorno. Envueltos en estos sesgos, terminamos por ensalzar, ignorar o despreciar nuestro origen, nuestras circunstancias, nuestras luchas, nuestras propias metas —que en la mayor parte de los casos, son metas que nadie más comparte o contrapone— pues además queda decir, son de diversa naturaleza, de diversa índole: somos mucho más que nuestra profesión, que nuestra condición económica, que nuestro cuerpo, que nuestros triunfos y fracasos, que nuestros quehaceres y nuestras propias circunstancias, etc. 

Por eso, frente a la comparación, no hay necesidad de que los logros de otrxs nos provoquen desaliento o que por el contrario, nuestros triunfos signifiquen un “glorioso golpe” a nuestro entorno. Cada quien tiene su trayecto y sus retos específicos. La forma en cómo disfrutamos o sufrimos o abordamos la vida responde a nuestra condición individual de ser y estar; los campos de acción humana son enormes, las posibilidades serán tantas como tantxs seamos nostrxs. Compararnos a raja tabla solo porque quien está enfrente ha logrado (o no) asuntos o metas como nosotros, puede comenzar círculos viciosos que nos lleven a plantear a las demás personas como “adversarias” o “subordinadas” a nuestra vida. Rara vez la comparación de este tipo provoca un sentido de reconocimiento mutuo, de colectividad o solidaridad.  

Compararnos para competir abierta o silenciosamente pavimenta el sentido que le damos a la vida, bajo un solo color, un solo aroma, una sola forma de hacer las cosas, una sola senda, en detrimento de nuestras riquezas y complejidades propias y de las demás personas anulando con ello diversas posibilidades. No estar conscientes de esta complejidad, debilita además, la apreciación de nuestras particularidades que no son dadas por el lugar y época en que nacimos, por las condiciones bajo las que nos criamos, por nuestras experiencias, por el acompañamiento o no de quienes tuvimos alrededor, por las ilusiones y anhelos personales, etc. Estas particularidades son las que también vuelven inconmensurables ciertos fallos/logros que incluso, muchas veces lamentamos/celebramos en soledad o en lo más íntimo de nuestros círculos sociales, porque solamente nosotrxs entendemos su real dimensión.   

Llevar a la práctica la “no comparación” o de plano dejar de compararnos, seguramente es de sumo complicado, sobre todo porque los modelos de éxito vigentes y hegemónicos en nuestras sociedades nos orillan a vernos constantemente de forma distorsionada frente al espejo. No es un desafío sencillo pero seguramente es un proceso que vale la pena comenzar o continuar según sean los casos.

Los materiales publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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