Una oda a los poblanos

poblanos

En esta columna invitada el autor reflexiona sobre varias características de las y los poblanos; ¿qué opinas?

JESÚS QUINTERO

Los poblanos no son difíciles, son complejos. El foráneo hallará en Puebla un espécimen distinto a cualquier otro en el país. Nada que ver con el paso apurado y la nostalgia por la multitud del chilango ni con la legendaria condición incestuosa y avara de los regios. A pesar de estar a tan solo unas horas y unos cerros de distancia de la capital del país, los poblanos hemos creado unos usos y costumbres particulares, dignos de atender con minucia. Me permito usar estas líneas para postular unos ejemplos. 

1.- El poblano hace de todo antes que saludar. Después de acomodar sus muebles en su casa o departamento, el fuereño nuevo en Puebla, con candorosa ilusión, sale a caminar por las calles aledañas de su barrio. Notará a varias personas en su camino y su calidad de extranjero lo impulsará naturalmente a decir “buenas tardes”, pero sus palabras rebotarán en un indolente silencio. En todos los casos, los poblanos hacemos como que la virgen nos habla. Y es que, por nuestros orígenes religiosos, quizá sea cierto: aunque propaguemos un feroz ateísmo, al encontrar a alguien conocido en la calle ─sea local o fuereño─, sí o sí entramos en un aislado éxtasis cual Santa Teresa. Todo antes que saludar. El poblano es un agraciado poseedor de una superioridad moral: no es nada contra los foráneos, es que simplemente no son poblanos. Entonces, ¿por qué tampoco saludamos a los poblanos? Uno nunca sabe quién es de fueras y quién no. Ante la duda, la virgen. Y no es culpa de los ajenos, pero qué se le va a hacer. Y ya que estamos en éstas, dije que el fuereño saldría a caminar por las calles de su barrio. Mi error: en Puebla no existen barrios, sino fraccionamientos. 

2.- El poblano no es mamón. Tal vez sí, pero cómo no serlo con la insigne historia de nuestra ciudad. Desde su fundación, este pedazo de tierra ha sido considerado la Ciudad de los Ángeles, la Nueva Jerusalén, la Ciudad Santa. San Juan de Hipona la profetizó en Apocalipsis, el célebre libro del Nuevo Testamento. Puebla no ha alcanzado el cielo; más bien, la tierra intenta alcanzarla todo el tiempo, de ahí las cumbres geológicas nevadas que flotan a su redor, y lo hacen con tal furia que de las rocas surgen el fuego y la ceniza. Otra vez: no lo digo yo, lo afirmaron los frailes franciscanos que pisaron esta tierra de prodigios hace cinco siglos. 

3.-El poblano es objeto de envidias nacionales. Ni trescientos poblanos cayéndose en una ciclovía le quitarán el prestigio angélico del origen de la ciudad. Y si pongo un pie fuera del campo semántico celestial, puedo referirme al guerrero y estratégico, que adquirió un filo singular en la batalla del 5 de mayo de 1862, cuando Ignacio Zaragoza ─insigne militar cuyo único gran defecto y pecado fue el nacer fuera de territorio poblano─ lideró la defensa de los fuertes de Loreto y Guadalupe. ¿Alguien más del país ha logrado vencer las fuerzas militares francesas? Aunque, es cierto, al año siguiente retornaron y tomaron Puebla, pero ese no fue fracaso poblano sino nacional. Eso es claro.

4.-La gastronomía poblana es una joya nacional. Ante todo ataque, chiles en nogada. Ante malos pensamientos foráneos, chalupas. Ante maledicencias, mole poblano. Al nacer, los poblanos no traemos una torta bajo el brazo, sino una cemita de milanesa. O puede que sí sea una torta, pero de agua; nada de esos engendros mefistofélicos que los fuereños han bautizado malamente como bolillos o teleras. Desde un riguroso punto de vista poblano, esos adefesios sólo manifiestan la incivilización de las papilas. Así, todo poblano es, sin quererlo siquiera, un fino catador de cemitas de las luchas o del estadio.  Los que le rezan a cualquier santo afirman que la oaxaqueña es la mejor comida. Falso. En cualquier terreno baldío de medio pelo en Puebla también se hallan tres o cuatro chapulines y alguno que otro gusano. ¿Qué hay de especial en una tortillota con frijoles? A diferencia de la naturaleza agreste de la gastronomía oaxaqueña, la poblana es ejemplo de sofisticación y complejidad. 

5.-Los milagros en Puebla son otra cosa. No nos conformamos con el vientecito telenovelesco que nos mueva los cabellos y las pestañas que los chilangos malamente exportan al resto del país y del mundo. Aquí, por el correr de los últimos cinco siglos, los milagros involucran una compleja puesta en escena en que los angelitos se encueran y se ponen una tela grisácea en la entrepierna. La Capilla de Rosario no es una obra barroca, sino totalmente realista: el compromiso y el profesionalismo de los niños actores es olímpico. Cristóbal de Villalpando y Juan Correa son tan solo dos artistas que han representado esta hipercotidiana escena poblana en decenas de telas y cúpulas de iglesias. 

6.-La inigualable estirpe política poblana. La política poblana se oriente bajo el sólido supuesto lógico que afirma que más es mejor. De ahí que hayamos logrado el récord de que en los últimos doce años tuviéramos ocho gobernadores. Lo que en cualquier otro estado llevaría cuarenta y ocho años, aquí se logró en doce: eficiencia por cuatro. Y estos ejemplares o son poetas espeluznantes ─en las memorias local y nacional está la oscura metáfora de la botella de coñac─, coleccionistas de animales robados o claros arquetipos de novela de suspense. La política poblana, con su estética vanguardista, involucra en muchos casos finales abiertos. Cual el final de la saga de Batman de Christopher Nolan, algún día encontraremos a la familia Moreno Valle en un restaurante florentino, disfrutando de un riquísimo desayuno en compañía de otros supuestos muertitos. Enemiga de tramas simplistas, la política poblana es un ejemplo altísimo de estética vanguardista y de un laberíntico armado de arcos dramáticos.

7.-La singular forma de manejar de los poblanos. Una de los fenómenos más poblanos es chocar en los cruceros por razones que se podrían calificar ─sólo tentativamente─ como estúpidas. Cuando las personas de ambos vehículos logran salir indemnes, abren sus puertas con furia y salen a reclamar, pues ambos piensan que tienen la razón. La tenacidad poblana consiste en fijarse en su postura: aunque haya videos que claramente demuestren que fue responsabilidad de uno, el poblano perseverará: fue culpa del otro, no hay de otra y hazle como quieras. Todo antes que aceptar el error propio. Cuando uno viene en el periférico en santa calma, en las incorporaciones logra ver alguno que otro kamikaze, lanzándose como el Borras. Mal si uno decide tocarle el claxon o hacerle cambio de luces, que una lengua florida y renovada, barroca en sus groserías, surge de su boca. Esto no sólo es un rasgo de los choferes particulares: los transportes públicos quizá son la mejor muestra representativa de la incompetencia poblana al estar ante el volante. La Ruta 10 es célebre por esto. Lo cierto es que el poblano no sabe manejar, pero esto no es malo: esto tiene la función ética de recordarnos que los poblanos también somos humanos.

Me detengo, no por falta de puntos virtuosos, sino por salud y amor propios. Nunca es muy saludable presumir tanto. Ésta es tan solo una parte de una lista extensa de rasgos de excelencia poblana. Ya llegarán más oportunidades de seguir compartiendo con México y el mundo la prudencia, la humildad y la integridad poblanas. 

TE PUEDE INTERESAR: Cosas que (nos) mantienen humildes a los poblanos

Los materiales publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

También te pueden interesar...

domga del voto

El dogma del voto

"Los candidatos y partidos políticos podrán difamarse e insultarse hasta el cansancio, pero nunca pondrán en duda el sistema"

0 0 votos
Article Rating
Suscríbete
Notifícame de
guest
0 Comments
Inline Feedbacks
Ver todos lso comentarios
0
Would love your thoughts, please comment.x
()
x

¡Únete a la #ManadaManatí! Compártenos tu correo y pronto recibirás sorpresas. 

Newsletter