En esta columna invitada, Mundo En Corto reflexiona sobre la discriminación en México y explica por qué la “discriminación a la inversa” no existe.
Este verano fue parteaguas de una carrera electoral muy prematura. Diferentes actores políticos han surgido a reclamar su derecho a ser votados y han optado por ocupar espacios que no les pertenecen. Esto en una intención de sumar simpatizantes o de exponerse como los más cercanos “al pueblo”.
Si bien es clave generar empatía con la población, hacerlo de manera orgánica es aún más estratégico, sobre todo en un contexto donde el discurso populista ha polarizado lo que en la política se concibe como una lucha permanente entre: “una noción homogénea y unificada del “pueblo” representa la virtud y el bien, mientras que las élites representan el vicio y la corrupción”.
Es decir, en esta carrera rumbo a ser presidenciables, encaja mejor quien sea más del pueblo y menos de la elite. El reto está en que la clase política en México por mucho tiempo se ha aislado de la realidad de la sociedad y en la búsqueda de apropiarse o abanderar espacios y necesidades del pueblo, han ocupado discursos que no les pertenecen.
Un caso muy claro es la reciente y desafortunada afirmación de Santiago Creel, quien dijo lo siguiente:
“He sido objeto de infundios, ataques, no solamente a mí, a mi familia, a mi origen, al color de mi piel, al color de mis ojos. Porque es una discriminación inversa la que él (López Obrador) hace. Porque aquí no todos somos iguales: El pueblo es de él, y los demás ni a pueblo llegamos”
Algo es cierto, la administración de López Obrador se ha caracterizado por polarizar a la sociedad entre “chairos” o “fifís”. Por el resto, la discriminación no es un problema menor. Y enunciar una supuesta “discriminación inversa” desde un rol de tanto privilegio, como el de Creel, es aún más cuestionable. De ahí que es importante abordar este tema para comprender la verdadera naturaleza de la discriminación y cómo afecta a nuestra sociedad.
La discriminación, en su esencia, es una práctica perjudicial que ataca las diferencias de las personas, promoviendo la desigualdad, limitando derechos y oportunidades. Esta práctica tiende a haberse reproducido a lo largo de la historia de manera que, como resultado, define la vida de grupos sociales enteros, como por ejemplo: Personas indígenas, personas afrodescendientes, mujeres, comunidad lgbtq+, etc.
Es decir, la discriminación surge contra algo que se identifica como “diferente” o “extraño”. Bajo este supuesto, se debe partir de la idea de que hay una norma establecida, una supuesta superioridad o normalidad. Así, en nuestra sociedad mexicana, se ha construido socialmente la idea de que lo “mejor” o lo “normal” es ser: hombre, de clase media-alta, heterosexual, católico y de tez blanca.
Por eso, en un contexto donde esto es lo ideal pero no la realidad en general, esos supuestos se convierten en privilegios que se acompañan de mejores oportunidades y enfrentan menos obstáculos para alcanzar metas mínimas indispensables. En México, se les conoce como “Whitexicans“. Por otro lado, la población fuera de estas características enfrenta diferentes problemas, como el acceso a oportunidades o el rechazo en distintos espacios.
Aquellos que no se ajustan a estas características de privilegios son considerados “diferentes” y, por lo tanto, están expuestos a ser rechazados y sufrir discriminación. De ahí que es inconsistente enunciar “discriminación inversa” y revela una falta de comprensión de la realidad. Sobre todo porque en nuestro país, la pigmentocracia, un sistema que expone el favoritsimo de las dinámicas por tez de color, es una realidad innegable.
A pesar de que somos una nación mestiza y de tez morena, las personas de tez blanca tienden a tener mejores oportunidades y privilegios. En este sentido, Oxfam señala que la pigmentocracia en números se ve así:
Mientras que sólo 1 de cada 10 personas con tono de piel oscuro tiene educación superior, casi 1 de cada 4 personas de piel clara pudo ir a la universidad.
Mientras que sólo 12 de cada 100 personas de piel oscura alcanzan a ser parte de la población más rica, casi 1 de cada 3 personas de piel clara llega a serlo.
Negar esta discriminación es parte del problema.
En resumen, debemos rechazar el concepto de “discriminación inversa” y dirigir nuestra atención hacia la lucha contra la discriminación real y existente en nuestra sociedad. Es fundamental reconocer que la discriminación se basa en lo que social, cultural e históricamente se ha considerado “normal” o “mejor”. Es un fenómeno complejo, pero es necesario abordarlo y comprenderlo para avanzar hacia una sociedad más equitativa. Algo que sí pueden hacer los presidenciables sin apropiarse de una realidad que no les pertenece.
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