Barrio de Santiago: peatonalización y mercado

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“Se debe seguir con la peatonalización de vialidades en la ciudad, pero no se debe replicar lo que pasa en espacios urbanos que, amparados en las promesas de la peatonalización o las ciclovías, imitan la ideología de un centro comercial, escribe Alejandro Badillo.

ALEJANDRO BADILLO | @Alebadilloc

Recientemente, en la ciudad de Puebla, se han implementado planes piloto para peatonalizar algunas calles. Uno de ellos es en el barrio de Santiago. El habitante de la ciudad poco familiarizado con esta zona quizás desconozca que la dinámica del barrio ha sido moldeada por la llegada, hace poco más de 50 años, de la universidad UPAEP. De esta manera han surgido comercios que dependen de la economía de los estudiantes y, por supuesto, una amplia oferta de habitaciones y departamentos.

Creo que no fui el único sorprendido cuando este miércoles 28 de febrero unos vecinos se manifestaron en contra de la medida cerrando una calle aledaña a la universidad. Me sorprendió, en primer lugar, la existencia de vecinos en el barrio de Santiago. Antes de la pandemia, mi esposa se reunía con adultos mayores (principalmente mujeres) del barrio para un proyecto de fomento a la lectura. En varias ocasiones mencionaron la migración de familias enteras ya que las casas que habían usado por generaciones ahora pertenecían al circuito comercial que se ha apoderado de casi todas las calles. El barrio es un barrio fantasma. Cualquiera lo puede comprobar una vez que las últimas clases vespertinas de la universidad terminan y la noche llega.

La peatonalización, en efecto, podría servir para revitalizar el barrio de Santiago, devolverle su vocación de hogar para muchas familias e integrarlo a la universidad. No hay que perder de vista, sin embargo, un aspecto importante: proyectos como éste tienen que ser pensados para y con la comunidad y evitar una visión de mercado que propiciaría la gentrificación de la zona que expulsaría a los pocos vecinos que quedan, además de los negocios que han dado servicio a los estudiantes por muchos años. Irónicamente, mientras se impulsa la peatonalización de una parte del barrio de Santiago, más adelante, en la esquina de la universidad (la 21 sur y 9 poniente, poco antes de llegar a la avenida Juárez) se está construyendo un edificio de varios pisos para comercios que incluyen, entre otros, un Starbucks y renta de departamentos. Este inmueble, como otro de grandes dimensiones que está a pocas calles de distancia, en el mismo barrio, contradice lo que el ayuntamiento busca, en el papel, construir: una convivencia en la que se integre la población que vive en Santiago con los estudiantes. Por un lado, se promueve la democracia en el espacio público y, por otro, se sigue planeando la ciudad para la obtención de ganancias.

Se debe seguir con la peatonalización de vialidades en la ciudad, pero no se debe replicar lo que pasa en espacios urbanos que, amparados en las promesas de la peatonalización o las ciclovías, imitan la ideología de un centro comercial: lugares despolitizados en los que se pasea una misma clase social, estetas de las calles que evaden, en todo momento, el contacto con el otro. Para los estetas de las calles, la privatización de espacios peatonales ganados al tráfico vehicular es un hecho, incluso, deseable, porque la ciudad es de quien puede pagarla, no un lugar democrático en el que la gente no sólo compra sino intenta sobrevivir. Si la peatonalización de las calles funciona, de facto, como un acto de apropiación público –en este caso gestionado por el Estado– del espacio privado usado por el auto, debe extenderse esta idea para problematizar la propiedad privada en nuestras ciudades, colonias y calles. Debe privilegiarse el interés de los muchos desposeídos en lugar de seguir la agenda de los pocos privilegiados. Uno de los primeros hechos que se debería discutir, por ejemplo, es la estricta regulación de los precios de renta y venta de casas y departamentos en Puebla. Otro asunto que debería ser prioritario es la expropiación de inmuebles abandonados para ofrecerlos a la gente a precios accesibles, justo como lo está haciendo el ayuntamiento de Bruselas en estos días. Los lugares que habitamos y las vialidades que recorremos son objeto de distintos tipos de segregaciones normalizadas por diferentes tipos de discursos, algunos de ellos muy agresivos. Si se contempla la peatonalización desde la estampa de una utopía imaginada por la élite, corremos el riesgo de volver a las calles centros comerciales al aire libre hechos para el turista. Las calles, históricamente, son todo lo contrario: espacios dinámicos, políticos, vivos y con un saludable conflicto.

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Los materiales publicados en la sección “Opinión” son responsabilidad del autor/a y no necesariamente reflejan la línea editorial de Manatí.

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