LIZETH MEJORADA | @LizethMejorada
Para Susana Ochoa y todas las mujeres que hacen política feminista
Bolivia ha ocupado la opinión pública internacional por las condiciones políticas que han vivido en los últimos meses. Como Filósofa, medité mucho sobre escribir lo siguiente, porque creo que en el calor de los sucesos es muy fácil errar el juicio, por eso decidí darme tiempo para tomar distancia y hablar desde la templanza emocional e intelectual.
Escribir desde la distancia es complicado, para muchas personas emitir una postura fuera de el país Boliviano es un acto ilegítimo, sobre todo si contraría las posturas hegemónicas impuestas en dicho país.
Considero que es legítimo opinar, porque cuando leemos nuestra historia, nos damos cuenta que en el fondo tenemos más cosas en común desde lo que creemos. Pienso como mexicana pero siento como latinoamericana y lo que suceda con cualquier país del sur me importa, porque estamos conectadas y si queremos vencer al sistema patriarcal lo debemos de hacer juntas, sin dejar a nadie atrás.
La izquierda latinoamericana sigue sin aprender de sus errores. Porque en el fondo, por más progresistas que intenten ser, terminan replicando formas patriarcales de hacer política. Evo Morales tuvo muchos errores y el principal fue construir un gobierno protagónico, en donde su política cultural y educativa tuvo grandes manifestaciones de promoción hacia sí mismo, en donde no cabían las críticas constructivas y sobre todo en donde no se hizo un proyecto de país, sino un proyecto personalista, esto último es el gran error cometido por la izquierda del sur.
Evo tuvo la oportunidad histórica de construir un gobierno cuyos protagonistas fueran los oprimidos y no sólo un oprimido. No formar cuadros para darle continuidad a los gobiernos y a los proyectos de país es un acto antidemocrático porque centra la esperanza y la idea de que sólo una persona puede gobernar, entonces, ¿Qué pasa cuando esa persona ya no está?
Los gobiernos de izquierda deberían de configurar proyectos de país, no proyectos personalistas y un proyecto de tal envergadura es a largo plazo. Deben formar cuadros y compartir el conocimiento, no reservar el poder para una sóla persona sino compartirlo con el movimiento y sobre todo con las mujeres.
Evo se equivocó, pero a pesar de eso lo que vivió Bolivia fue un Golpe de Estado. En ningún país democrático el ejército debe de salir a decidir quién debe gobernar un país y quién no. No necesariamente se necesita una guerra civil con miles de personas muertas para llamarse “Golpe de Estado”. La toma de postura por parte del Ejército Boliviano es un uso de la fuerza que viola la constitución y los tratados internacionales, pero sin duda la cereza del pastel fue la autodesignación de Jeanine Añéz como Presidenta de Bolivia, cuando ni siquiera fue designada en sesión ordinaria del poder legislativo, violando una vez más la constitución y siendo reconocida por los personajes más peligrosos de nuestro tiempo: Donald Trump y Jair Bolsonaro. Las amistades hablan por sí solas.
Raúl Zibechi, en su columna Bolivia: un levantamiento popular aprovechado por la ultraderecha señala como la renuncia del presidente se pidió incluso por los movimientos populares que lo llevaron a la Presidencia, la Central Obrera Boliviana, de docentes y autoridades de la Universidad Pública de El Alto (UPEA), comprobando que efectivamente Morales ya había tomado distancia e impuesto sus formas de hacer política al nivel que cuando llegó la ultraderecha quienes lo llevaron a la silla presidencial no lo defendieron.
Las compañeras indígenas de Bolivia warmis y zomo, le responden a Rita Segato en una larga carta su inconformidad por las declaraciones de la socióloga y la critican por hablar desde el privilegio. Y es aquí donde encuentro un punto medular; si bien las mujeres indígenas tienen toda la razón de que los poderes fácticos transnacionales son quienes oprimen al pueblo Boliviano es innegable que Evo Morales también oprime. En ambos grupos prevalecen formas patriarcales de hacer política que buscan la imposición, la descalificación y sobre todo el mismo protagonismo patriarcal que lleva miles de años gobernando.
Que Evo Morales sea indígena no le exime de seguir formando parte del patriarcado y como mujeres de izquierda, caemos en un gran error solapando esas formas que deberían de estarse extinguiendo en lugar de fortaleciendo. Pero también para hablar de patriarcado hay que hablar de patriarcados y desde una mirada interseccional la formas opresoras de hacer política por parte de Evo Morales, nunca serán tan despiadadas como las de la ultraderecha Boliviana y menos como la de los poderes económicos norteamericanos.
Entre Evo y Luis Fernando Camacho, hace más daño Camacho. Entre Evo y Estados Unidos hace más daño E.U, entre Evo y el imperialismo hace más daño el segundo.
Contrastar las escalas patriarcales no eximen a Evo de sus errores, pero tampoco por hacer menos daño significa que debamos de callar.
El Patriarcado Boliviano vive en la izquierda y la ultraderecha. Entre la disputa de los egos machistas de ambos bandos, quedan en medio el pueblo boliviano, quedan en medio las mujeres, la comunidad estudiantil, los pobres, la clase trabajadora y los indígenas.
Desgraciadamente desviamos la atención de lo verdaderamente importante, ¿Cómo construimos formas feministas de hacer política? ¿Cómo construimos un proyecto de país? ¿Cómo le hacemos para deteriorar el patriarcado del Estado? y lo más importante, ¿Cómo le hacemos para que mujeres no patriarcales encabecen el Estado Boliviano? ¿Cómo le hacemos para que las mujeres de izquierda gobiernen?
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