Desde hace décadas, los manglares y humedales del Parque Nacional Bahía de Loreto, en Baja California Sur, en el noroeste de México, fueron deteriorados por la actividad salinera que modificó los patrones de inundación natural en la zona.
Los manglares y humedales de la Isla del Carmen, en el municipio de Loreto, Baja California Sur, fueron impactados por la extracción de sal durante décadas. Desde principios del siglo XX, esta actividad económica motivó incluso la fundación de un pueblo en su territorio para albergar a los trabajadores que diariamente viajaban en embarcaciones de carga. El auge terminó en la década de los ochenta. De todo ello, sólo quedaron ruinas: edificios, maquinaria, una iglesia y un muelle. La isla, situada en el Golfo de California, no volvió a ser la misma. Un fuerte deterioro ambiental la ha marcado hasta nuestros días.
“Esa actividad sin duda generó deterioro en la isla. En el proceso se tuvieron que inundar ciertas lagunas y dejar que el sol hiciera su trabajo al evaporar el agua, para obtener la sal de esa manera”, explica el biólogo Arturo Peña, director de la oficina regional en Loreto de Organización Vida Silvestre (OVIS) A.C., que trabaja desde hace casi tres décadas en la conservación de la zona. Como resultado, se removieron al menos 200 hectáreas de manglar.
Peña recuerda que, en los años setenta, antes de que fuera decretado el Parque Nacional Bahía de Loreto —que protege a cinco islas, incluida la del Carmen—, el furor de la salinera se vivía específicamente en el sitio conocido como Bahía Salinas, en la parte suroeste de la isla, en donde precisamente estaban las comunidades de mangle negro (Avicennia germinans).
“Al terminar la actividad de extracción de sal, se abandonó la isla y la gente que vivía allí, se regresó al continente para formar la comunidad de Ensenada Blanca”, narra el especialista. Hoy, son los nietos o hijos de los que estuvieron trabajando en la extracción de sal los que viven allí, y son ellos mismos quienes desde el 2021 están restaurando los ecosistemas de la Isla del Carmen.
“Somos 12 personas de la comunidad, cinco mujeres y siete hombres, y somos pescadores. Yo soy el encargado de organizar las salidas y al equipo”, cuenta Alejandro Castro, líder comunitario en Ensenada Blanca. Un año atrás, el trabajo de esta brigada comenzó con acciones de limpieza en la línea costera, en colaboración con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). A través de esta institución fue que recibieron la invitación de OVIS para trabajar con los manglares.
“Nos capacitamos y aprendimos sobre la labor que tienen los manglares. Ahora sabemos para qué sirven. Los árboles producen oxígeno, son los que limpian el aire y protegen a muchas especies, pero también a la línea costera de huracanes”, explica.
En coordinación con OVIS y el Centro de Información y Comunicación Ambiental de Norte América (Ciceana) A.C., hoy trabajan en la rehabilitación del sistema hidrológico del humedal, con la limpieza de los canales naturales que fueron afectados por la salinera. También trabajan en la construcción de terrazas de vegetación, creadas a partir del sedimento que se extrae de la limpieza de los canales, para sembrar semillas de mangles sobre ellas. Hasta la fecha, acumulan 11 000 propágulos de manglar creciendo bajo el sol.
Restaurar en comunidad
Vista desde tierra firme, la Isla del Carmen impresiona por su tamaño. Sus 27 kilómetros de largo y otros nueve de ancho, albergan una vegetación desértica en donde abundan diversas especies de matorrales y plantas halófitas. OVIS describe que las 15 100 hectáreas de su territorio están conformadas principalmente por grandes sierras de roca volcánica y aluvión, con lomeríos, mesetas y elevaciones que alcanzan los 479 metros sobre el nivel del mar.
De acuerdo con los monitoreos de la organización, la fauna de la isla es muy diversa, pues se tienen registros de 47 especies de mamíferos, 19 de reptiles y una de anfibios. Sin embargo, el grupo mejor representado es el de las aves, con 86 especies. La isla resulta un importante hábitat para el pelícano café (Pelecanus occidentalis), la tijereta (Fregata magnificens) y el bobo patas azules (Sula nebouxii). Además es sitio de anidación de aves marinas residentes como la gaviota de patas amarillas (Larus livens), el gavilán pescador (Pandion haliaetus) y el ostrero americano (Haematopus palliatus).
Esto se debe a que la ubicación geográfica de los humedales y manglares de la región noroeste de México los convierte en sitios de gran importancia para el desarrollo de aves acuáticas tanto residentes como migratorias que utilizan la ruta migratoria del Pacífico.
“Los manglares, en donde sea que estén, son importantes. Están asociados a cuerpos de agua costeros que también son parte del ciclo de vida de muchas especies de importancia comercial en la pesca, empezando por los camarones”, describe Peña. Pero además, los manglares de la Isla del Carmen, que están entre los más norteños de México, son refugio para el alimento de grandes mamíferos como las ballenas azules y grises.
El sitio de restauración comprende una superficie de 50 hectáreas donde hay parches de manglar principalmente negro (Avicennia germinans). El proyecto en Bahía Salinas interviene en las lagunas de inundación que fueron utilizadas para la extracción de sal y en las que se interrumpió el flujo normal o cotidiano de las mareas modificando el entorno.
Según describe Peña, “lo que se hizo fue determinar cómo eran los flujos hídricos naturales que inundaban esas lagunas cuando estaban completamente abiertas y activas”, es decir, antes de que fueran intervenidas por la actividad salinera.
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