En esta columna, el autor reflexiona sobre la oferta laboral que ofreció la editorial Sexto Piso en redes sociales; ¿qué se debe hacer ante estos casos?
ALEJANDRO BADILLO | @Alebadilloc
¿Se puede vivir en la CDMX con 12 mil pesos mensuales? Muchos dirán que sí y pondrán como ejemplo cualquier empleo “poco calificado” en cualquier tipo de sector económico, principalmente el de servicios. La pregunta sería, más bien, ¿cómo se vive con 12 mil pesos mensuales? La respuesta, por supuesto, vendrá acompañada de estrategias para hacer que rinda el dinero en una ciudad que, como muchas otras del país, se encarece mientras los salarios no aumentan al mismo ritmo. Quizás, con suerte, la mitad del dinero se va en una renta compartida y el resto para un día a día cada vez más difícil de sobrellevar.
Hace unos días la editorial Sexto Piso publicó una oferta de trabajo: ¡Buscamos diseñadorx! ¡Únete a nuestro equipo y forma parte de nuestra misión de conectar cada libro con su lectorx ideal! ¿Los requisitos? Entre otros: licenciatura en diseño o carrera afín; experiencia en videos e imágenes promocionales; experiencia en trato con proveedores; experiencia en un puesto similar en el sector editorial y disponibilidad para asistir a eventos y ferias del libro. Las responsabilidades, dijeron algunos enterados en redes sociales, sobrepasan lo que hace un diseñador en una editorial. Pero la bomba llegó cuando escanearon el código QR de la imagen y se enteraron del sueldo: 12 mil pesos. Ante las quejas en X, la empresa publicó otro comunicado: había sido un problema de comunicación. No es que la persona contratada tenga que hacer, ella sola, todo lo que aparece en la lista de requisitos, sino que se integrará a un grupo de cinco trabajadores del área de promoción y diseño. El puesto, es importante decirlo, corresponde a un perfil “junior”. No hubo una sola aclaración o rectificación del sueldo.
Sexto Piso no es, como también mencionaron en las redes, la única empresa –particularmente del ramo editorial– que ofrece esa remuneración. Otras editoriales pagan menos. Algunos tuiteros comentaron que empresas mucho más grandes tienen tabuladores mucho más bajos para sus empleados. Lo interesante aquí ocurre, en primer lugar, con la justificación que un sector del gremio hizo de los 12 mil pesos porque “así se paga en todos lados” y, en segundo, la idea de que una editorial sea inmune a las críticas porque es “independiente” y, por supuesto, exitosa. La primera justificación es, por desgracia, común: como hay empleos aún peor pagados, entonces deberíamos resignarnos, tragarnos las críticas y agradecer que existan editoriales que aún contraten a diseñadores, aunque sea por 12 mil pesos al mes y, además, tengan que hacer trabajo de promoción. Uno no sabe lo difícil que es emprender y lograr que una editorial no quiebre en un país en el que el número de lectores disminuye todos los años. También dijeron que, en lugar de pedir mejores sueldos, deberíamos fortalecer a la industria editorial mexicana para que, tarde o temprano, los trabajadores tengan una remuneración acorde a su experiencia y especialización. Crea riqueza y luego reparte, dice el credo neoliberal. La segunda objeción tiene que ver con la mística de lo “independiente”. ¿Es, de verdad, independiente una editorial sólo por el hecho de no pertenecer a los dos monstruos corporativos que dominan el mercado: Random House y Planeta? Aquí habría que preguntarnos no sólo por el catálogo de Sexto Piso sino por su forma de trabajo, su relación con el mercado y, sobre todo, con los que forman parte de la empresa.
¿Cómo se mide el éxito editorial? Al parecer, ir a las ferias más importantes, tener autores bestseller y tener un sitio de prestigio en la cultura literaria mexicana hace que todo lo demás no cuente, pues el fin justifica los medios. El éxito editorial, al igual que el éxito empresarial en nuestra época se basa en los “perfiles junior”: trabajo que se paga como “poco calificado” o “de aprendizaje” aunque, de facto, tenga la misma carga de responsabilidades que un perfil “senior”. Pedir un perfil junior, más allá del ámbito editorial y con otros nombres que se le adjudiquen a este concepto, es justificar un pago escaso mientras el empleado se endeuda, pierde la fe en lo que hace y busca, en cuanto puede, una improbable salida a su situación, pues el mercado –que algunos toman como un demiurgo irrefutable– ofrece lo mismo o escenarios peores. Cuando renuncie pondrán, de nuevo, un anuncio que convocará a muchos aspirantes. Curiosamente, empresas privadas relacionadas con la cultura pocas veces son cuestionadas por el servicio que dan a la sociedad. Los libros, en este caso, al no venderse como pan caliente, requieren todo tipo de sacrificios, principalmente de los que están debajo de la pirámide, por supuesto.
¿Hay otras formas de hacer negocio con los libros? La editorial española Errata Naturae, con varios años en el mercado y con un catálogo amplio y muy interesante, decidió ser más congruente con su línea editorial y trabajar con contratos fijos e indefinidos, semana laboral de 4 días, reducción de tiempo en la oficina (si es que el empleado quiere estar ahí) de 28 a 32 horas semanales y mantener los sueldos antes de estas reducciones. ¿Es esto suficiente? Probablemente no, pero es un buen avance. Quizás si el gremio editorial se reuniera en las ferias de libro como la de Guadalajara que, como es sabido, mueven millones y millones de dólares y dedicaran un espacio –entre las juntas de negocios, venta de derechos de autor y presentaciones de libros– a pensar en cómo dirigir la industria sin depredar a los que la hacen posible, habría una luz en medio de los peores augurios que hay para los libros y lectores en una época cada vez más difícil para la cultura.
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