Por Carlos Pérez / @ShagGol
Roger toma el balón, lo domina con la zurda —esa que hizo grande a Maradona, a Puskas y a Roberto Carlos— y su control es absoluto: la pelota naranja y el pie se entienden a la perfección. La eleva al cielo, se agacha mientras el balón cae entre su cuello y sus omóplatos, como si ese fuera su lugar favorito. Todos los demás están expectantes a lo que hará en la siguiente jugada. Roger pasa el esférico por encima de la nuca, la domina de nuevo con la izquierda —la de los grandes— y, después de un golpe, pasa el bastón por encima del balón para dejarlo quieto en el suelo.
Porque sí, leyeron bien: Rodrigo Fernández, a quien sus amigos conocen como Roger, sólo tiene una pierna, usa bastón canadiense para caminar y ahora aprovecha el alto de un semáforo para deleitar a los automovilistas y ganarse un peso con su talento. Su vida no siempre fue así: hace seis años, cuando tenía 24, a Roger le arrancó la pierna derecha un tren.
“Me dedicaba a la seguridad privada. Fui a un evento allá en Celaya y me tocó ir a comprar víveres a Walmart”, recuerda mientras el sol le pega en la cruz que cuelga de su oreja izquierda y en la mitad de su rostro que intenta proteger con una gorra.
“Atrás de ese Walmart había unas vías del tren, cuando crucé me percaté que había una niña ahí (en las vías)”. Y aunque ya no recuerda con exactitud qué lo impulsó a tomar la decisión, el joven oriundo de la Ciudad de México corrió a auxiliar a la pequeña.
“La quité de las vías y en ese momento yo ya no pude salir, me quedé trabado y el tren me corta la pierna”, añade.
Desde ahí su vida cambió. Los primeros seis meses fueron terribles, de rencor hacia él por la decisión que había tomado. Sin embargo, sus amigos fueron parte importante para reinsertarse en la sociedad, ya que lo animaron y lo llevaron al DIF a tomar terapias de rehabilitación con prótesis. Fue así como encontró a un compañero que le habló sobre el futbol de amputados —un deporte en ese entonces desconocido para él— y los Guerreros Aztecas.
Ahora es un crack que domina el balón 190 veces seguidas, aunque no es el que más hace entre sus amigos. Ese puesto le corresponde a Chava, que tiene el récord con 298 dominadas.
Al principio, Roger llegó al equipo con muleta axilar, la cual tuvo que cambiar por un bastón canadiense —obligatorio para los partidos de amputados— para que en cinco meses aprendiera a caer sin lastimarse y a pegarle al balón, porque, según él, “era un menso, como todos”.
Como dice Arrigo Sacchi, el futbol se convirtió en lo más importante de lo menos importante, ya que a los nueve meses con Guerreros Aztecas, Roger fue el último convocado para formar parte de la Selección Mexicana de Amputados.
“Me voy a Sinaloa a jugar el Mundial”, le dijo a su padre quien no daba mucha credibilidad a las palabras de su hijo. Eso sí, hay que aclarar que esta selección no es como la de Chicharito, Chucky y Giovani. Aunque existe una Asociación Mexicana de Futbol de Amputados, no había organización ni recursos para apoyarlos.
Con el Tri de amputados el dinero provino de una señora que estuvo en todo el proceso; ella pagó el viaje, el hotel donde se hospedaron, la comida durante el torneo, los uniformes, tenis y bastones que utilizaron. Tampoco hubo paga por jugar: “es puro amor al deporte”, dice Roger al mismo tiempo que Toño y Chava, sus compañeros en los cruceros peatonales, dominan el balón bajo el sol y las miradas de los aficionados durante los 60 segundos que tarda el semáforo en cambiar de rojo a verde.
Después del mundial, Rodrigo regresó a la delegación Cuauhtémoc de la Ciudad de México con el octavo lugar y sólo una victoria. Siguió jugando en la liga nacional que conforman 14 plantillas, en la que Tigres es el equipo a vencer y único con una estructura formal, pues el club que juega en la Liga MX lo respalda.
Un año después de ese torneo internacional, Roger inició con las dominadas en los semáforos. Lo hizo por necesidad. Fueron a Coapa a ver un entrenamiento del América —equipo del que es aficionado— y no los dejaron entrar. Se acuerda que “no llevaba dinero, pero sí un montón de hambre. La neta”, así que fueron a comprar paletas para venderlas en los cruceros peatonales. Lo hicieron por tres meses. Pero la timidez de pedir dinero y que les cerraran las ventanas de los coches hizo que Pollas, uno de los amigos que ya se había integrado, empezara a dominar el balón. Eso lo cambió todo.
“La gente ahora en lugar de cerrarte el vidrio te lo abría para felicitarte y decirte que le echaras ganas. Ahí comenzó nuestro nuevo trabajo”, comenta.
Jugar al futbol para anotar en una portería ya no le atrae de la misma forma como dominar el balón en el alto para ver quién hace los mejores trucos. Después de estar un tiempo en la Ciudad de México comenzaron a viajar por los estados, hasta que llegaron a Puebla. Aquí trabajaban dos veces a la semana, dormían en un hotel del centro y regresaban a casa para dar el dinero que habían juntado. En el caso de Roger, el dinero era para su niña, que lo esperaba.
En su primer paso por Puebla, a él, a Chava y a Toño no les fue muy bien: “gobernación nos tumbó dos balones originales, nos dijeron que nos iban a detener”. Después de las elecciones del pasado 1 de julio regresaron a probar suerte y ahora ya trabajan cinco días a la semana, se rotan de cruceros entre Boulevard Atlixco con Boulevard del Niño Poblano y la 3 Poniente con Boulevard 5 de Mayo.
Para moverse a cada crucero deben gastar aproximadamente 70 pesos para el taxi porque, aunque en el transporte público existe una tarifa cero para personas con discapacidad, no cuenta con la accesibilidad necesaria para un viaje seguro.
En octubre próximo se llevará a cabo una nueva edición del Mundial para Amputados en Guadalajara. Esta vez ni Roger, Chava o Toño pudieron ser seleccionados porque se inscribieron tarde a la liga nacional y no cuentan con cédula, requisito para poder ser convocado. Lo único que pide Roger es que le den permiso de estar en la inauguración para dominar su balón.