Por Carlos Galeana / @CarlosGaleanaB

Es una madrugada cualquiera en un bar del Barrio del Artista, estoy con Abdiel y el tocayo. El reloj marca la una o las dos. Hay un borracho frente a nosotros y no le permiten salir del lugar. Es joven como nosotros y se ve desesperado.

Pasan varios minutos y al ver la escena decido preguntar qué pasa. Me dicen que no ha pagado la cuenta. -¿Cuánto es?- pregunto. -50 pesos- me contestan. Les digo que no tengo problema con pagarlo yo  siempre y cuando lo dejen ir y le pidamos un taxi que lo lleve a su cantón.

El sujeto tiene los ojos llorosos. Dice que no se acuerda de su nombre y tampoco donde vive. Me pide que le ayude buscando en su mochila. Adentro solo trae una cartera y una servilleta con una dedicatoria que prefiero no terminar de leer. Por suerte encuentro su credencial de elector, veo su nombre pero su dirección no viene completa.

Si se va así a San Baltazar Campeche,  o llega muy tarde o llega sin nada, le digo a los otros dos compas.

Seguimos buscando. De pronto un mesero se acerca para decirme que mejor ya no ayude.

-Carnal, nos están acusando de que le estamos robando.

-¿Quién?, le contesto.

-La morra de atrás, la que está grabando con su celular.

Volteo y ahí está. Haciendo un escándalo y empoderándose por tener unas copas de más y un celular con cámaras.

-¿Por qué grabas?

-Le están robando, me dice de manera agresiva.

-No tengo necesidad de robar, es más, si estuviera robando no estaría en este lugar y menos increpándote; estamos ayudando al compa, ya no trae lana.

La mesa de al lado se mete. Se les explica la situación. Aplauden el gesto. La chava se va. La persona en estado de ebriedad se va. ¿A dónde?, nunca lo supimos.

Enseguida saco mi celular y comienzo a tuitear de la situación. Por mi mente solo pasa una escena. “Denuncian en redes sociales robo en equis bar”. Se viraliza. Después otros medios irresponsables que se jactan de tener ética y no publicar fake news -ja-, divulgan la imagen. “Esta es la cara del rata de equis bar; ayúdanos a localizarlo”. Comienza la crucifixión. Todos a juzgar y a destruir una vida más.

Las redes sociales lo hacen de nuevo. Los aplausos digitales se escuchan al ritmo de likes y shares.

Se hizo justicia.

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Pasan las semanas y abro facebook. Una publicación se vuelve viral y me encuentro con la siguiente nota: “Quiso ayudar pero terminó golpeado y acusado de secuestro en Puebla”.

Ahora que lo pienso bien,  pude haber sido una especie de Iván aquella noche.

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Todo normal. Los sucesos quedan en el imaginario colectivo, algunos los olvidan. Mientras tanto, en algún lugar de México comienzan a circular audios, fotografías y mensajes de que cuidemos a nuestros hijos o sobrinos porque hay una banda de delincuentes.

En mayo del año pasado el periódico argentino, Clarín, publicó “Caos y muerte en la India: cuando los mensajes falsos en Whatsapp desatan la histeria colectiva”, ¿Por qué?, rumores enviados por whatsapp alertaban sobre la existencia de secuestradores de niños. La historia acabó con más de cinco personas -inocentes- muertas.

En nuestro país algunos medios lo reportaron, pero en los comentarios solo se leían chistes hablando de la supuesta ignorancia de la población de aquella nación.

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Agosto 2018, Puebla.

Abro Twitter, comienzo a ver información de un linchamiento en Acatlán. La población de este lugar entre gritos y aplausos QUEMÓ VIVAS A DOS PERSONAS. ¿Me sorprendí? No sé, creo que me causó rabia y tristeza al notar que no es la primera vez que pasa en el estado, peor aún, la situación fue similar a la de Ajalpan.

Un día después enciendo la radio y escucho que hubo otro linchado; ahora en un municipio de Hidalgo. Una mujer junto a un hombre fueron acusados de tratar de robar a un menor de edad.

¿Ahora sí ya nos vamos a dar cuenta que las Fake News también matan?

Nos leemos luego, nos vemos después.