Un diagnóstico elaborado por la CNDH da cuenta de que en la BUAP, la “máxima casa de estudios” en Puebla, se cometen actos de discriminación contra estudiantes LGBT que son tolerados y hasta promovidos por falta de protocolos.
MARIO GALEANA | @MarioGaleana_
Dos chicas están sentadas a las afueras del auditorio Julio Glockner, en Ciudad Universitaria de la BUAP. Se solazan mientras esperan a que inicie la siguiente clase. Una de ellas se llama Adriana, y aunque no están besándose, ni están abrazadas, podría pensarse que son pareja.
De pronto aparece un grupo de guardias de seguridad de la misma universidad. Son los DASU, como se dice a los trabajadores de la Dirección de Apoyo y Seguridad Universitario. Uno de ellos las encara y les dice que “en la universidad no se permiten las faltas a la moral”.
Adriana se molesta, le pide su nombre y lo reporta. Pero después se entera que es un nombre falso, que al tipo no le han hecho nada y, encima, cada vez que se lo encuentra él presume sus influencias.
“Lo peor del caso es que se vuelve personal porque él sabe quién soy y termino por no sentirme segura de los que se suponen deben darnos seguridad en la universidad”, dice Adriana.
Su testimonio forma parte de Violencia escolar contra estudiantes LGBT en México, un diagnóstico elaborado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en donde se señala que la BUAP ha invisibilizado, tolerado y hasta promovido la exclusión y la discriminación de estudiantes sexo diversos.
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Esta violencia contra los y las universitarias LGBT está ligada a la falta de protocolos institucionales específicos que visibilicen la diversidad dentro de la BUAP, pero también a la vigilancia y el control de las manifestaciones sexo afectivas entre estudiantes, a decir de Mauricio List Reyes y Abel Lozano Hernández, quienes analizaron específicamente el contexto de esta universidad de Puebla.
En el capítulo Bullying homofóbico o violencia estructural hacia las personas LGBT, el investigador Mauricio List Reyes pudo documentar “múltiples expresiones de violencia sexual y de género que incluían expresiones de clasismo y racismo” dentro de la BUAP.
Para el profesor del Colegio de Antropología Social, la Facultad de Ingeniería es una de las unidades académicas en las que de manera explícita se pueden escuchar expresiones de homofobia y misoginia en las actividades cotidianas de académicos y estudiantes.
“Una práctica común son las bromas, los chistes, los sobre-nombres, que no son exclusivos de los propios estudiantes, sino que aún profesores y otros trabajadores realizan esas prácticas”, expone List Reyes al afirmar que esto normaliza la violencia y hace más compleja su denuncia.
Quizá la ausencia de medidas específicas contra este tipo de actos radique en que ni la Ley de la Universidad ni su estatuto orgánico menciona las diferencias de sexo, género, orientación sexual y condición de los universitarios.
Como si todos fueran, sencillamente, iguales.
La discriminación en la BUAP: un cerco contra los afectos no hetero
Xavier se encontraba en la biblioteca central de Ciudad Universitaria cuando vio que dos chicos se besaron. Él estaba exactamente frente a ellos y atestiguó el momento preciso en el que los DASU —otra vez los DASU— se acercaron a recriminarles algo.
Xavier no escuchó muy bien, pero pudo notar que uno de los dos chicos intentaba hacerle frente a los DASU. Vio que el otro tomó sus cosas y comenzó a caminar tratando de calmar a su compañero, y Xavier quiso acercarse hacia ellos para saber qué había pasado.
Uno de los dos chicos le contó que los DASU —la policía universitaria que parece prohibir todo afecto no heterosexual— les dijo que no podían estar ahí, que se marcharan. El otro chico le contó que quería reportarlo o presentar una queja, pero tenían miedo de que esto les causara problemas y prefirieron no reportar nada.
Tanto el testimonio de Adriana como el de Xavier dan cuenta de que “las manifestaciones sexo afectivas de la población LGBTI no son toleradas al interior de la universidad”, sostiene el investigador Abel Lozano Hernández, autor del capítulo La diversidad sexual frente a la Universidad, incluido en el diagnóstico de la CNDH.
El profesor universitario en Antropología sostiene que las autoridades universitarias de la BUAP ejercen prácticas de discriminación, como la ejecución de rondines constantes en espacios “apropiados y reapropiados por varones gay”. Es decir, lugares de encuentro, de escarceo, de ligue.
“El sesgo es claramente cultural y conservador y también preocupante pues las prácticas son discriminatorias y parecerían estar respaldadas por la institución, ya sea por la normalización del régimen heterosexual como por las omisiones y vacíos jurídicos que hemos señalado de manera particular con DASU”, explica.
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Lozano Hernández detalla que no están claras las funciones que desempeña el personal de seguridad universitario, ni las sanciones que se pueden aplicar cuando tratan de manera indebida al alumnado, una situación que ocurre de manera constante.
“Ante la ambigüedad de sus funciones nos queda claro que la regulación de comportamientos y conductas de los estudiantes, la ‘regulación’ de sus expresiones sexo afectivas, está a la libre interpretación de cada uno de los integrantes de la DASU”, expone.
El investigador también exhibe que, hasta 2019, la BUAP no había creado protocolos para reconocer el derecho de la identidad autopercibida o adoptada entre las personas trans.
Por ejemplo, a un estudiante universitario de la Facultad de Biología le tomó entre un año y un año y medio poder modificar su identificación acorde a su identidad, y así poder acceder a laboratorios y demás áreas de la BUAP.
“Se puede observar cómo en la búsqueda de un derecho se puede trastocar o de hecho entorpecer el derecho a la educación”, insiste Lozano Hernández.
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Para el profesor universitario es evidente que en la universidad se asume que no existe un grupo considerable de estudiantes LGBTTTIQ+, y que por tanto no existen protocolos específicos que den seguimiento a situaciones de discriminación o violencia.
“La exigencia de ‘normalización’ en las conductas y comportamientos tal parece que tienen de fondo que los sujetos mediante la asimilación vayan ocultando su identidad y se incorporen al orden social que la universidad reconoce y legitima”, concluye.