En esta columna invitada, Zavine Magadán analiza la película Ruido, de Natalia Beristain, que retrata la lucha de miles de mujeres en búsqueda de personas desaparecidas.
ZAVINE MAGADÁN | @ZavineMagadan*
Si ya hemos dejado de profundizar con análisis socio-feministas sobre las acciones de una cantante millonaria, es momento de hablar de “Ruido”, una película mexicana dirigida por Natalia Beristain que nos confronta con la brutal y compleja realidad que viven las personas en busca de justicia y verdad en esta fosa común que llamamos México.
Beristain nos cuenta la historia de Julia Velázquez, una mujer en la búsqueda de su hija Ger, desaparecida 9 meses atrás. Entre la esperanza, la impunidad y la resistencia, la actriz Julieta Egurrola se sumerge durante 1 hora y 45 minutos en la piel de las miles de madres buscadoras en este país. En el camino comparte pantalla con mujeres que habitan este profundo dolor en tiempo real, como el Colectivo voz y dignidad por los nuestros San Luis Potosí.
Y es que en un país en donde las autoridades de todos los niveles no pueden -ni quieren- atender los más de 90 mil 000 casos de desaparición y feminicidios registrados los últimos años, lo que nos muestra esta historia no es más que una pizca del horror que habitamos hoy.
Al verla, sin embargo, no pude evitar reconocer que todos los intentos de la película por reflejar las adversidades en la búsqueda de justicia en México se quedaban cortos, y la angustia me invadió por completo.
¿Cómo una historia tan brutal, tan llena de momentos que desbordan ansiedad, impotencia, empatía y lucha, no resulta suficiente para reflejar en su totalidad nuestra crisis?
Así entonces, Ruido obliga a observar de frente la realidad en México, una que supera las ficciones más extremas, y nos coloca en un lugar incómodo que no debemos tratar de evitar.
Aunque algunos nos refugiemos en la esperanza de que la mayoría de las y los mexicanos hoy están un poco más conscientes de lo que se atraviesa cuando se es víctima de desaparición o feminicidio, en realidad sabemos que no es así.
Todos los días nos negamos a enfrentar el desgaste emocional que llega al reconocer que, en este momento, en algún lugar de México, una madre puede estar buscando restos humanos, una pista o cualquier indicio que la acerque a la verdad del paradero de sus desaparecidos. Peor aún, nos negamos a reconocer que esta realidad acecha nuestras vidas.
Nadie quiere despertar y pensar en la posibilidad de ser la o el siguiente; nadie quiere imaginar que nuestros familiares y seres más queridos se conviertan en buscadores de justicia, que tengan que enfrentarse a un sistema que se defiende solo a sí mismo, a autoridades que los reprimirán hasta el punto de tener que refugiarse en la organización civil, en el apoyo de unas cuantas y en la digna rabia de un movimiento dispuesto a plantarse frente a cualquier institución y “ACUERPAR” sus exigencias. No, nadie quiere acercarse a esa realidad.
Porque, ¿qué pensarán esas mujeres de todas las edades movilizándose armadas con pintura y carteles frente a policías granaderos? ¿Qué pasa por la mente de las y los periodistas cubriendo la tragedia pese a las amenazas y la persecución?, ¿Por qué frente a la horrible realidad existen personas acompañando estos procesos en México? ¿Por qué seguimos aquí?
Beristaín intenta contestar estas dudas sobre nuestro contexto actual con cada interacción entre los personajes de esta historia. “No tendríamos que estar aquí” exclama un grupo de mujeres que, junto a Julia, protesta en la escena final. Sus palabras nos llegan de digna rabia y nos recuerdan esos espacios seguros a los que llamamos marchas en México
Ojalá algún día no haga falta organizar ni asistir a manifestaciones exigiendo justicia y las acciones de las autoridades lleguen con la misma velocidad a todos los rincones, más allá de los privilegios y las desigualdades. Ojalá algún día podamos descansar sabiendo que no hay ningún rostro en fichas de búsqueda y que ningún mexicano o mexicana será reprimido o asesinado por buscar la verdad. Ojalá no nos estuvieran arrebatando todo.
Pero sí lo hacen y, por ello, toca hacer RUIDO.
Zavine Magadán*. Politóloga feminista y activista por los derechos de las mujeres y las juventudes diversas en el Estado de Puebla, capacitadora en temas de género, feminismos e incidencia política y social.
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