Una ciudad enferma en su tránsito

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En esta columna invitada Hugo Carrasco reflexiona sobre la crissi vial que se está viviendo en las calles de la ciudad y en diversas partes del país.

Hugo Ernesto Hernández Carrasco

Las calles, nuestras calles son un auténtico desastre. Sus espacios son un constante desaliento material y simbólico que muestra la poca importancia y la significación tergiversada de lo que implican los espacios públicos para quienes hacemos uso de ellos. Las calles de Puebla y los alrededores, son en su mayoría una oda a la incompletitud. Estructuralmente son muestra histórica de la deficiencia de gestión por la que han desfilado múltiples gobiernos de distintos partidos: ahí están las calles sin carriles pintados, sin señalética adecuada, con semáforos a medio funcionar, con bolardos incompletos, ciclovías inconclusas, espacios residuales aprovechados por terceros para poner espectaculares, baches que aparecen y desaparecen, topes mal estructurados, árboles amputados entre el asfalto, etc. 

La calle es este espacio público que o sufre de usurpación o sufre de olvido, lejos de ser el espacio de confluencia, encuentro y movilidad, la calle es el espacio de disputa, de revancha, de catarsis indeterminada de las frustraciones individuales y por supuesto, de la impunidad, porque víctimas en y de las calles abundan y por diversos motivos: desaparecidxs, asaltadxs, acosadxs, atropelladxs y tantos “adxs” que su extensiva mención podría parecer un ejercicio de banalización antes que de denuncia, ¿cómo recuperar las calles para nosotrxs?, ¿cómo hacerlo sin llegar al extremo del punitivismo pero abandonando esta permisividad que parece acecharnos todos los días?

La ciudad se encuentra enferma en su tránsito, moribunda en movimiento. De sus principales actores, casi nadie se salva. Aunque sí podríamos afirmar que los automovilistas (inclúyase el transporte público de bajísima calidad y el de mercancías) son el eje sobre el cual esta decadencia se mantiene en movimiento perpetuo. Con licencias de manejo de rigurosidad cuestionable, esta ciudad está llena de choferes improvisados cuya interpretación de la reglas de tránsito, es tan arbitraria, que todos los días asistimos a la colisión de voluntades que creen tener la absoluta razón. La cortesía, la sensatez y la empatía son un verdadero milagro en la cotidianidad, una excepción. El otro eje de la decadencia perpetua es la autoridad. Sea porque es cómplice, omisa, permisiva o negligente. Si la autoridad existe, casi siempre es en forma de insatisfacción, de problema, no ocupando su sitio como causal de certeza o como parte de la solución o de que las cosas podrán resolverse. Hay una diversidad de actores con prácticas lamentables y condenables en nuestras calles; sueltos, sin autocontrol, cometiendo faltas sucesivas en completa impunidad, sin la más mínima capacidad de empatía por la vida de quienes le rodean o de quienes están a su merced.  

En este sentido, urge reflexionar qué clase de espacios públicos tenemos, urge problematizar qué clase de espacio público necesitamos; urge replantearnos las maneras y formas en las que hacemos uso y nos apropiamos de él. Urge revisar por qué hemos llegado al punto tan bajo de ver amenazadas nuestras vidas un domingo por la mañana en circuitos donde lejos de recuperar la familiaridad y lo familiar en y con el espacio público, parece haber existido una terrible invitación a sacar la peor cara de la miseria humana. Urge repensar cómo en una protesta contra ese acto ruin, otra persona parece utilizar su auto contra dicha manifestación; ¿Qué está causando estos estragos? Urge problematizar a fondo y dar respuestas a una sociedad cuyas arterias viales se encuentran enfermas en su tránsito. Hemos subestimado durante años los problemas de movilidad, infraestructura, prácticas y hábitos dentro del tránsito en nuestras calles y avenidas. No sólo es un problema que le compete (en gran medida) a nuestra autoridad, también es un problema que tendremos que discutir sin prejuicios y un asunto que nos compete a todxs. Ojalá pronto sea tema serio de debate y decisión.

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